Entre los libros expuestos por todas partes y dispuestos de forma atractiva, se abre paso un pequeño rincón donde comer buenos bocadillos, elaborando una carta que diferencia los tipos de panes disponibles (molde o baguette ullada de Pa Solà) y remata con pasteles artesanos. Es la cafetería del +Bernat, una librería que pronto cumplirá 50 años y que está en plena forma. Tras el mostrador se encuentra Carles Armengol, un escritor.
Pero decir que Carles es un escritor es quedarse corto. Carles, con 44 años, es una personalidad poliédrica que ha girado en torno a la comida y, curiosamente, se ha conocido su pluma afilada, ácida e inteligente gracias a dos obras donde la comida es el hilo conductor. Su ópera prima, 'Collado, la maldición de una casa de comidas, es un relato autobiográfico en el que hilvana sus recuerdos infantiles con una tipología de personajes (reales) que pintan una época y un retrato sociológico impagable del extrarradio barcelonés. El escenario es el Collado, el bar en Collblanc, fronterizo entre L'Hospitalet de Llobregat y Barcelona que durante generaciones regentaron sus abuelos y padres y que cerró cuando no encontró el relevo generacional.
Carles, primero con un odio freudiano de matar al padre, reniega de esta carga generacional y abraza la analítica de los estudios de mercado para entender los gustos de los consumidores por marcas comerciales potentes. Así sí que se ganaría la vida. Pero la reconexión con la cocina no tarda en regresar y se vehicula con la sala: primero, realizando extras en restaurantes que compensaran los magros ingresos de analista autónomo y, después, aceptando dirigir y liderar el día a día del Van Van Bar, un pequeño bar de una esquina gris de Poblenou que aprovechó la ola de creativos y expats aterrizados para crear un bar dinámico donde se hacían pop-ups. Allí descubre que ser anfitrión le apasiona, pero donde el Carles actual hace eclosión es en el proceso de escribir Collado, entre 2012 y 2022: una catarsis que lo lleva, poco antes de presentar el libro, a aceptar el ofrecimiento de la librería +Bernat para llevar el bar.
“Yo no soy cocinero”, explica Carles, “más allá de lo que he aprendido de mi padre toda la vida, un cocinero formado con Lladonosa con mucha mano para los guisos y los sabores que cocinó toda la vida en su propia casa de comidas (el Collado)”. Ni se siente cocinero ni se siente escritor, aunque esta sensación de intrusismo disminuye al ser reclamado para escribir artículos para El Comidista y Barcelona Secreta y al encargársele una curación de escritos que acaba de publicarse bajo el título de Matar un bar.
El plato del día (del guiso que haya preparado por la mañana, contundente y de ración generosa) cuesta 10,50 €, y si se le añade bebida y postres (delicioso el pastel de chocolate), 13,50 €
Es una maravilla que un escritor con tanta sensibilidad y agudeza para retratar personalidades y conectarlas con un contexto sociológico regente un bar en una librería. Un ejercicio de coherencia que él ya ha detectado que es una fortaleza: “Para mí, estar aquí (en el +Bernat) es una convicción de política antisistema, porque desde la trinchera de este bar cuido a la gente y al barrio con algo tan analógico como es una librería”. Lo cuida desde una atención cercana, simpática y afectuosa. Amor que se degusta en los platos del día que ofrece cada mediodía de lunes a viernes a los parroquianos: guisos de cocina lenta y tradicional, como las albóndigas a la jardinera, ensaladas con lentejas o las habas a la catalana. El caso es que hacer chup chup y recetario popular es otra manera de posicionarse contra un modelo de restauración que destripa en Matar un Bar: el que olvida que somos personas sirviendo y cuidando a otras personas, epicentro de un tejido social y cultural que amalgama alrededor del acto de comer y beber, acompañando a los que acuden solos para alimentarse y a los que buscan en un bar o restaurante un escenario donde compartir.
Su militancia continúa coherente con unos precios ajustados y asequibles: el plato del día (del guiso que haya preparado por la mañana, contundente y de ración generosa) cuesta 10,50 €, y si se le añade bebida y postre (delicioso el pastel de chocolate), 13,50 €. Cocina él diariamente y no prepara más de 25 o 30 raciones, las cuales vuelan. A veces, incluso demasiado pronto: se está corriendo la voz de que en la cafetería del +Bernat no solo se come bien y a buen precio, uno se siente como en casa y recuerda (o percibe, si no se sobrepasan los 30 años) que la sonrisa de Carles está para hacer más sabrosa la cucharada y su humor ingenioso y cercano, para hacer más dulces los postres.
