En redes sociales circulan todo tipo de vídeos sobre comida: trucos imposibles, recetas virales y, cada vez más, teorías alarmistas. Y estos son los que suelen hacerse virales con más rapidez y, a su vez, los que más daño hacen. Y es que, la mayoría de las veces, su contenido es falso y asustan a los consumidores con teorías conspiratorias sin fundamento. Uno de los bulos que vuelve con frecuencia es el del queso de plástico, una idea que surge al ver cómo ciertas lonchas no se derriten al aplicarles fuego. El resultado: teorías que aseguran que lo que comemos no es queso, sino un derivado sintético, casi tóxico. Y, por supuesto, algo que demuestra que las grandes cadenas de supermercados y marcas de alimentación nos engañan.
El bulo viral del queso de plástico
Pero, ¿qué hay de verdad en todo esto? El usuario @adrianmuriacoach, quien habla en sus redes de nutrición y alimentación saludable, ha salido al paso de este bulo en un vídeo que se ha hecho viral por una razón muy sencilla: desmonta el bulo. En el vídeo, Adrián quema con un mechero dos lonchas de queso para demostrar lo que realmente ocurre. En el primero no hay sorpresas porque es lo que hemos visto en otros tantos videos. Una loncha que se pone negra y alguien diciendo que huele mal. Pero, ¿qué pasa cuando se hace con un trozo de queso curado recién cortado? ¡Sorpresa! Pasa lo mismo.
Entonces surgen las dudas. ¿Por qué no se derrite con el calor? ¿Por qué huele mal? ¿Por qué se pone negro? Porque todo eso es lo que ocurre cuando se aplica una fuente de calor directa y muy concentrada (como una llama de mechero) sobre un alimento con grasas, proteínas y aditivos. Cuando se quema así, el queso no se derrite como lo haría en una sartén o al horno. Lo que ocurre es una carbonización desigual, y eso genera mal olor, aspecto extraño y textura gomosa. Pero eso no tiene nada que ver con estar comiendo un plástico fundido, por mucho que lo parezca.
El verdadero problema: ¿cómo elegir un queso de calidad?
El debate no debería ser si ese queso en lonchas barato es plástico o no, sino el nivel de procesamiento del producto. Muchas de las lonchas que encontramos en el supermercado no son queso al uso, sino preparados fundidos, que incluyen: grasas vegetales y almidones, aromas y colorantes, sal en exceso, estabilizantes y conservantes. Todo esto se añade para conseguir una textura suave, una fusión rápida y una vida útil más larga, pero también significa que el producto es de menor calidad nutricional, con menos valor lácteo y más ingredientes artificiales.
Para evitar caer en este tipo de engaños visuales (y nutricionales), la clave está en leer etiquetas. Y es que, un queso, da igual si es manchego, gouda o brie, solo debe tener estos ingredientes: leche, fermentos, cuajo y sal. Los colorantes, conservantes o sales fundentes sobran. El envase en sí ya te da una pista. La legislación no permite denominar queso a algo que lleva más ingredientes de los nombrados y por eso es fácil ver un paquete en el que solo pone rallado o especial fundir. Por ahí no es el buen camino.
La prueba del mechero
“No hagáis caso y dejad de prenderle fuego a los alimentos”, recomienda Adrián con humor. En lugar de caer en la trampa de los vídeos virales, propone lo más sensato: apostar por alimentos de mayor calidad y menos procesados. No hace falta quemar una loncha para saber si es buena. Solo hay que aprender a mirar más allá del envoltorio y leer la etiqueta con ojo crítico. La prueba del mechero no es tan útil como la del algodón porque esta sí que engaña.