Algo tan sencillo como un pollo al horno, tiene una receta diferente en cada casa. En algunas, la tradición es añadir vino blanco, en otras se prepara con un chorrito de cerveza o un buen caldo casero. Pero hay un ingrediente que, sin hacer ruido, puede marcar la diferencia no solo en el sabor, sino también en la digestión: el vinagre. Una cucharada de vinagre de manzana es algo más que un truco de cocina de abuela. Es un aliado nutricional con efecto directo en cómo asimilamos los alimentos. Y ahora lo confirman también los expertos.
El consejo de experta
Blanca García-Orea Haro, más conocida en redes como Blancanutri, es nutricionista, divulgadora y autora de varios libros donde lo saludable y lo sabroso van siempre de la mano. Sus recetas son sencillas, equilibradas y con sentido común. Y entre sus recomendaciones, hay una que llama la atención por lo fácil que es de aplicar: añadir una cucharada de vinagre de manzana al cocinar pollo. ¿Para qué? No solo para dar un toque de sabor, sino porque mejora la digestión y favorece la absorción de nutrientes. Un gesto simple que puede marcar la diferencia entre una comida que sienta bien y otra que deja el estómago pesado.
Su superpoder
¿Qué hace el vinagre de manzana para que sea tan aplaudido? Por un lado, ablanda la carne. El ácido acético ayuda a romper las fibras del pollo, haciéndolo más tierno sin necesidad de marinarlo durante horas. Pero también facilita la digestión. El vinagre estimula los jugos gástricos y activa enzimas digestivas, lo que ayuda a digerir mejor las proteínas animales. La nutricionista recuerda que este tipo de vinagre mejora la absorción del hierro y otros minerales al mantener un pH ácido en el estómago, lo que también favorece la biodisponibilidad de los nutrientes.

No se trata de que el pollo sepa a vinagre, sino de usarlo como potenciador sutil. Basta con una cucharada en el adobo, en la cocción o incluso en la salsa final para notar todos estos efectos
Y no se queda aquí, el vinagre de manzana cuida tu microbiota, algo que cada día nos preocupa más. Varios estudios han demostrado que este producto, sin ser un probiótico, ayuda a mantener un entorno digestivo saludable y puede tener un ligero efecto antimicrobiano. Además, ese toque ácido suave hace que los sabores del plato se equilibren mejor. No se trata de que el pollo sepa a vinagre, sino de usarlo como potenciador sutil. Basta con una cucharada en el adobo, en la cocción o incluso en la salsa final para notar todos estos efectos.
La cocina como laboratorio
Detrás de cada receta bien hecha hay algo más que intuición. La cocina también es química, microbiología y un poco de alquimia. Y el vinagre es un buen ejemplo de cómo un ingrediente de toda la vida puede tener un impacto real en nuestra salud digestiva. Pequeños gestos con grandes efectos. A veces, una cucharada basta para convertir una receta común en algo mejor para tu cuerpo. Y lo que hacían nuestras abuelas por costumbre, ahora tiene más respaldo científico que nunca.