El otro día, hablando con un compañero de trabajo y confidente gastronómico que es muy exigente y que huele de lejos los desconocidos —pero buenos— restaurantes, de donde sean, me explicaba la maravilla de menú que ofrecen en un pequeño restaurante de las Corts. De hecho, no hacen exactamente un menú, puedes elegir un plato del día, pero te aseguro que muy consistente. Hoy, por ejemplo, en Can Pringa, Clara me deja elegir entre las sardinas a la plancha, el arroz de montaña o la escudella con carn d'olla, y sin pensármelo mucho, elijo la escudella, que, por cierto, es la primera de la temporada.

Can Pringa / Foto: Carlos Baglietto

Para situarnos, Clara es propietaria, cocinera y jefa de sala de Can Pringa, aunque el cocinero oficial es Ferran, con quien coincidió trabajando en otros restaurantes y conectó desde el primer día para trabajar juntos. Ella lleva media vida dedicada a la restauración, pero hace solo tres años que se tiró a la piscina con su proyecto propio al alquilar este pequeño local en el barrio de las Corts, que le robó el corazón desde el primer momento tras una búsqueda exhaustiva de posibles locales por el barrio del Eixample, donde vive. Coincide que el año pasado fueron finalistas de los Premis Restauració que otorga el Ayuntamiento de Barcelona, concretamente, en la categoría de calidad gastronómica.

'Escudella' y 'carn d'olla' en Can Pringa / Foto: Víctor Antich

Así las cosas, mientras pruebo el vino de la casa, que hoy es del Penedès, me llega a la mesa la escudella humeante con su sopa de galets y su carn d’olla con la pilota, morcilla, tocino, conejo de ternera, pollo, pie y oreja de cerdo que acompañan a los garbanzos, la col, la patata y el apio, no falta nada. El caldo es sabroso y la carne del cocido tierna y sabrosa. Como es obvio, me he quedado muy sorprendido cuando ha llegado, ya que pensaba que vendría con una taza de caldo y cuatro garbanzos con un pedazo de pollo, pero no, es una escudella completísima elaborada con mucho respeto por los productos, que no tiene nada que envidiar a ninguna de las escudellas idolatradas en la ciudad, con el añadido de que es apta para celíacos, ya que está hecha sin gluten.

Can Pringa / Foto: Carlos Baglietto

Durante la semana lo que triunfa es la fórmula de un plato, porque están rodeados de oficinas y la parroquia no está para tonterías, pero los fines de semana la cosa cambia y se llena de vecinos del barrio que vienen solos, acompañados o con toda la familia, algunos de los cuales vienen a tomar el aperitivo con un buen vermut y unas gildas, unos boquerones o unos berberechos, sentados en la barra o en la terraza, y otros vienen a comer y eligen de la carta un buen plato de callos, una tortilla de patatas, una tabla de ibéricos o un buen chuletón, si vienes con más hambre de la cuenta.

Can Pringa es una casa de comidas que hay que visitar regularmente por su cocina tradicional, pero también por el trato que te dispensan; en definitiva, es un restaurante donde sentirse como en casa

Disponen de una carta amplia, pero muy bien estructurada, que les permite ir rápidos con las elaboraciones de los pedidos. Las sugerencias de la casa suelen ser con productos de temporada; estos días, por ejemplo, las setas están muy presentes en Can Pringa, y las bandejas de níscalos con ajo y perejil no paran de salir de la cocina.

Can Pringa / Foto: Carlos Baglietto

Recuerda que siempre puedes remojarlo todo con un vino del Priorat, Costers del Segre, Penedès o Terra Alta, si lo prefieres. Por último, no puedo dejar de mencionar que la mayoría de los postres de la casa son artesanos, como las tartas de queso o chocolate y la crema catalana.

Can Pringa es una casa de comidas que hay que visitar regularmente por su cocina tradicional, pero también por el trato que te dispensan; en definitiva, es un restaurante donde sentirse como en casa.