Hace unas semanas visité el restaurante Solsonès en la ciudad de Solsona y me zampé uno de los mejores arroces negros que he probado últimamente. Así lo comentaba en la reseña que publiqué en este mismo medio. Solsona, como sabéis, no tiene puerto marítimo ni vistas al mar, ni falta que le hace. Y yo me pregunto, si puedes encontrar un buen arroz marinero en ciudades que están muy alejadas de la playa, ¿por qué no encontramos un buen arroz de montaña en la Barceloneta, Palamós o Cambrils? Es un misterio.

No es el caso, sin embargo, del Hostal Cal Buchaca de Castellbò, un restaurante que visito desde la época de Nefertiti y que sigue siendo uno de mis restaurantes preferidos a la hora de comer un buen arroz de montaña.
Maria Àngels está al frente del negocio familiar desde hace muchos años, y la ayudan su hijo, su madre y su tía. Siempre ha ofrecido la fórmula del menú completo con bebida incluida, y siguen manteniéndolo. "Hemos aprendido que, lo que funciona, mejor no tocarlo", me confiesa.
En el restaurante Cal Buchaca tienen la suerte de tener clientela local todo el año, aunque en verano lo llenan con los veraneantes, en primavera y otoño con los buscadores de setas y en invierno con los esquiadores
Interesándome por cómo ha ido el verano, me comenta que los veranos siempre son buenos, pero que su negocio funciona todo el año de forma lineal. En pocas semanas empezará la temporada de setas y son muchos los buscadores de setas que pasan a probar su arroz; al igual que lo hacen durante el invierno los esquiadores que van a Sant Joan de l’Erm. Unos paran a desayunar antes de esquiar y los otros a comer para reponer fuerzas después de esquiar.

Antes de sentarme a la mesa, tomo una cerveza en el mostrador de entrada y charlamos un poco. Me cuenta que, la antigua balanza del mostrador, la compró su madrina durante la Guerra Civil para pesar los alimentos a los vecinos que compraban con la cartilla de racionamiento. Resulta que pagó la balanza durante dos años con veinticuatro letras de las de antes firmadas de su mano.

Pero no perdamos el tiempo, la fiesta en Cal Buchaca siempre empieza de la misma manera: nos dejan encima de la mesa unas bandejas de ensalada con productos de su huerto, con tomate, lechuga, cebolla, pimiento, aceitunas y huevo duro, aliñado con un buen chorro de aceite de oliva virgen extra que traen directamente de Les Garrigues. Con la ensalada nos dejan una mesa llena de embutidos artesanos, con bull, longaniza, fuet y una bandeja llena de jamón del país.

El pan es una delicia, es del Forn d'Adrall, uno de los pocos hornos del Alt Urgell que todavía trabaja con leña. El vino, no tanto, es un poco peleón; pero lo mezclamos con gaseosa para no hacernos daño.

El famoso arroz de montaña no tarda en llegar. Como he dicho, lo cocinan al fuego, en el suelo de la cocina, de forma tradicional, como se hacían antes los arroces. No hace falta decir que a la madre de Maria Àngels se le da de maravilla.
Para aquellos que todavía tenemos hambre, nos llegan las chuletas de cordero hechas a la brasa. No todo el mundo come después de tres platos de arroz; es lógico y normal.

La esperada cesta llena de helados y sacada directamente del congelador y los frutos secos cierran una comida memorable que nos ayudará a encarar la fiesta mayor y, por qué no, a despedirnos del verano.