Durante siglos, la luna ha sido señalada como un astro con poder sobre los ciclos naturales, desde las mareas hasta el comportamiento de los animales. Sin embargo, pocas veces se había demostrado de forma científica que su influencia pudiera extenderse también a algo tan cotidiano como los huevos de gallina. Un reciente estudio de la Universidad de Cuenca, realizado por Santiago Xavier Sinchi Yumbla y Fernando Javier Sisalima Pachar, ha puesto a prueba esta antigua creencia popular y ha encontrado resultados tan sorprendentes como sólidos: las fases de la luna afectan las características morfológicas de los huevos.

Huevos bajo el hechizo lunar

El trabajo, titulado Características morfológicas de huevos de gallina para consumo en cuatro momentos del ciclo lunar, analizó cómo cambian las propiedades físicas de los huevos, desde su peso y tamaño hasta el grosor de la cáscara o la proporción entre yema y clara a lo largo del ciclo lunar. Para ello, los investigadores dividieron el mes en cuatro fases: luna nueva, cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante, y tomaron muestras representativas de cada una. Posteriormente, evaluaron múltiples parámetros con métodos de laboratorio y herramientas estadísticas de precisión, aplicando análisis de varianza y modelos lineales generales para determinar si las diferencias observadas eran realmente significativas.

El trabajo analizó cómo cambian las propiedades físicas de los huevos

Los resultados no dejan lugar a dudas. El ciclo lunar ejerce un efecto real y medible sobre el desarrollo de los huevos. En particular, las fases de luna nueva y cuarto menguante mostraron los valores más altos en casi todas las variables analizadas: peso del huevo, longitud, anchura, grosor y peso de la cáscara, así como el tamaño y peso de la yema y la albúmina. Por el contrario, durante la luna llena y el cuarto creciente, los huevos tendieron a ser más ligeros y con proporciones distintas entre sus componentes internos.

Curiosa relación entre huevos y ciclo lunar / Foto: Unsplash

Este patrón sugiere que la luz lunar o las variaciones energéticas del ciclo podrían tener un impacto fisiológico directo en las aves ponedoras, modificando procesos relacionados con la formación del huevo. Es decir, no solo cambia el comportamiento de los animales, como ya se sabía en especies marinas o mamíferos, sino también la composición física de los alimentos que producen. Lo más interesante es que, aunque los huevos de luna nueva y cuarto menguante fueron más grandes y pesados, su calidad general no se vio afectada: los índices que miden la calidad de la albúmina (como el índice Haugh) y la calidad global se mantuvieron estables en todas las fases.

Huevos y ciclo lunar / Foto: Unsplash

La investigación concluye que la luna sí influye en la morfología de los huevos de gallina, pero no en su calidad alimentaria. Es decir, el tamaño y el grosor de la cáscara pueden variar según la fase lunar, pero la frescura y las propiedades nutricionales permanecen constantes. Un hallazgo fascinante que une tradición y ciencia, y que demuestra que incluso en la producción avícola moderna, los ritmos naturales del cosmos siguen dejando su huella. Porque, al parecer, los huevos también tienen su fase lunar.