Un nuevo informe internacional pone el dedo en la llaga del debate migratorio global: las políticas cada vez más duras que adoptan gobiernos de todo el mundo no están desmantelando las redes de traficantes, sino todo lo contrario. El endurecimiento de fronteras, la reducción de vías legales y el discurso político basado en eslóganes como el británico “smash the gangs” –lema utilizado por el gobierno del Reino Unido para describir sus esfuerzos contra las pequeñas embarcaciones, especialmente aquellos que implican redes de tráfico de personas– han tenido un efecto inesperado, pero contundente: más demanda, más beneficios y tarifas más altas para quienes trafican con personas.
El estudio, publicado este jueves por el Mixed Migration Centre –un organismo adscrito al Consejo Danés para los Refugiados y con sede en Ginebra– llega en un momento estratégico. La semana que viene, representantes de diversos gobiernos se reunirán en Bruselas para analizar nuevas fórmulas de lucha contra el contrabando de migrantes. El centro asegura, dice el The Guardian, que ha acelerado la publicación de las conclusiones precisamente para aportar datos reales que maticen una discusión a menudo dominada por proclamas políticas.
“Los gobiernos repiten que quieren romper el modelo de negocio de los pasadores, pero nuestros datos muestran que está pasando justo lo contrario”, afirma Roberto Forin, director en funciones del centro y recoge el mismo diario británico. El informe es fruto de un conjunto excepcional de datos: más de 80.000 entrevistas a personas en movimiento entre 2019 y la primera mitad del 2025, y 458 entrevistas adicionales a pasadores del África occidental y del norte.
¿Qué dice el informe?
De entre los migrantes consultados, más de 50.000 admitieron haber recurrido a los servicios de pasadores. La mayoría lo hacían no por engaños o falsas promesas, sino por la falta absoluta de alternativas legales. Solo un 6% afirmó que un pasador había influido directamente en su decisión de emprender el viaje; para el resto, la iniciativa venía de ellos mismos o de familiares y amigos que ya habían emigrado. Las conclusiones desmontan, así, una de las premisas más repetidas en el discurso antimigratorio contemporáneo: que los traficantes “seducen” o manipulan a las personas para convencerlas de emprender travesías irregulares.
Según Chloe Sydney, investigadora principal del proyecto, el patrón es claro: cuanto más se refuerzan las fronteras, más crece la demanda. “Muchos pasadores nos explicaron que la represión más estricta incrementa el valor de su servicio”, dice y recoge el The Guardian. Las rutas se vuelven más arriesgadas, más largas y más costosas, y es precisamente este riesgo añadido el que dispara los precios. La ilegalización total de determinados trayectos, lejos de disuadir, convierte a los pasadores en la única opción viable para miles de personas.
¿Quién recurre a los traficantes?
El perfil de quien recurre a estos servicios tampoco deja lugar a dudas. Son, sobre todo, personas que huyen de guerras, inseguridad endémica, persecuciones o severas limitaciones de libertades. También aquellos que emprenden viajes de largo recorrido –a menudo a través de diversos desiertos, mares y fronteras– y que necesitan algún tipo de intermediación para sostener el itinerario.
Desde Europa, numerosas ONG y expertos llevan años alertando de lo mismo: restringir el asilo, limitar la reunificación familiar y reducir vías humanitarias, empuja a la gente hacia itinerarios clandestinos. El informe lo confirma con contundencia. “Cuando las vías regulares se estrechan, el papel de los traficantes se expande”, resume Forin. “Si los responsables políticos no afrontan las causas reales que llevan a las personas a buscar alternativas irregulares, acabarán reforzando las mismas redes que quieren eliminar”.
Con las negociaciones en Bruselas a punto de comenzar, el estudio sirve de advertencia: sin vías seguras y legales, el negocio del contrabando continuará prosperando. Y, por mucho que los gobiernos insistan en "romper el modelo de negocio" de los pasadores, los datos apuntan que el camino actual les está haciendo exactamente el juego.
Cuando las políticas migratorias alimentan a la ultraderecha
Los discursos y las políticas gubernamentales que endurecen el control migratorio a menudo terminan reforzando, involuntariamente, la narrativa de la extrema derecha. Según el CIDOB, la inmigración se ha convertido en “el gran tema de debate político” para muchas formaciones radicalizadas. Esta politización continua del flujo migratorio, combinada con la violencia retórica contra los migrantes, crea un terreno propicio para discursos identitarios, xenófobos y populistas. En palabras de la investigadora del CIDOB, la inmigración pasa a ser percibida como “una amenaza” y se convierte en una palanca electoral clave para la extrema derecha. Cuando los canales legales y seguros de inmigración se cierran o se debilitan, y al mismo tiempo se criminalizan rutas irregulares, muchas personas se ven empujadas a recurrir al contrabando, mientras que esta misma precariedad es explotada políticamente.
Imagen principal: Migrantes esperan en una playa para subir a una embarcación inflable y cruzar el canal de la Mancha, en Gravelinas, al norte de Francia, 17 de julio de 2025 / EFE