Silencio, paz mental, aire puro y aguas claras. Pensamientos (y zapatos) fuera. Situado en el corazón del Nelson Lakes National Park, en la isla Sur de Nueva Zelanda, se encuentra un lago azul-violeta que ha cautivado a científicos, turistas y comunidades locales. Conocido como Rotomairewhenua, o “el lago de las tierras pacíficas” en lengua Māori, este pequeño, pero espectacular lago se convirtió en un lugar sagrado para la tribu Ngāti Apa, que realizaba rituales para garantizar el viaje de las almas a su lugar ancestral, Hawaiki.
El lago de agua dulce más claro del mundo
Ahora, sin embargo, excursionistas, exploradores y turistas de todo tipo también han quedado fascinados por su extraordinaria claridad. Hace aproximadamente una década, los científicos midieron su “pureza óptica excepcional”, con una visibilidad de 70 a 80 metros, posicionándolo como el lago de agua dulce más claro del mundo. Esta reputación se ha difundido rápidamente en las redes sociales, convirtiendo Rotomairewhenua en un destino muy popular durante el verano neozelandés, entre diciembre y marzo.
Pero este aumento de visitas comporta riesgos. La principal amenaza es un alga microscópica invasora, lindavia, conocida como “lake snow” o “lake snot”. Originaria de Norteamérica, esta alga ya afecta a otros lagos de la región y podría ser transportada al lago sagrado a través de los zapatos, botellas de agua o equipos húmedos de los visitantes. Tan solo un pequeño fragmento puede alterar el ecosistema y disminuir la claridad que hace famoso al lago.
“Lo que preocupa profundamente es que esta especie invasora puede tener consecuencias graves sobre la calidad del agua y la salud general del lago”, alerta la ecóloga y asesora ambiental de Ngāti Apa, Jen Skilton, a la CNN. Además del riesgo ecológico, la entrada del alga sería una amenaza para la cultura y espiritualidad de la comunidad Māori, que considera Rotomairewhenua un lugar “tapu”, es decir, sagrado.
Limpiarse los zapatos antes de acercarse al lago
Para proteger el lago, desde 2013 el Department of Conservation, el Ngāti Apa ki te Rā Tō Trust y el Te Araroa Trust han implementado medidas de bioseguridad. Se han instalado estaciones de limpieza de calzado y equipos en las zonas de lagos afectados y se recomienda a los visitantes no tocar el agua, ni mojar toallas ni hacer fotografías subacuáticas. Durante el verano, responsables y voluntarios vigilan el lago, educando a los excursionistas sobre los riesgos ecológicos y culturales.
A pesar de los esfuerzos, todavía existe una brecha entre comprender el problema y actuar correctamente. Muchos turistas reconocen las señales y la necesidad de limpiarse el calzado, pero no siempre cumplen con las recomendaciones. “Hay la percepción de que no soy yo quien hace daño, sino los demás”, explica Janet Newell, ranger del Department of Conservation, a la misma cadena norteamericana.
El reto es encontrar un equilibrio entre acceso y conservación. Limitar el número de visitantes sería complicado y costoso, pero las autoridades y la comunidad Māori confían en que la educación y la responsabilidad individual pueden preservar el lago. Como señala Skilton: “El aumento de visitantes trae oportunidades y responsabilidades. Es necesario que todos los que visitan el lago entiendan su importancia y actúen para minimizar el impacto.”
Visitar Rotomairewhenua ofrece una experiencia única: aguas cristalinas, paisajes alpinos y un sentimiento de paz profunda. Pero la belleza del lago depende del cuidado de todos los que se acercan a él, para mantener su pureza ecológica y cultural para las generaciones futuras.