Prestad atención, amantes del vino natural, porque el bar Pimpla es, sin duda, vuestro refugio en la Vila de Gràcia. En un ambiente distendido, lleno de jóvenes y con buena música, es el sitio ideal al que huir cuando estéis cansados de los clásicos del barrio, mientras probáis unos platillos originales y a la vez sencillos, remojándolos siempre con vinos naturales. Porque en el Pimpla —como indica la palabra en la RAE— se viene a beber vino, u otra bebida alcohólica, especialmente si es con exceso. Por eso tienen una carta de vinos con más de cincuenta referencias.
Para situarnos, Juan Ignacio Echebere es argentino de nacimiento, aunque su abuelo nació en el País Vasco. Durante la pandemia tuvo que cerrar sus negocios en su país y vino hacia aquí buscando sus orígenes e intentando recuperarse. Por eso probó suerte trabajando de carpintero, donde coincidió con Josep —carpintero de profesión—, con quien deciden montar el Bemba Smash Burguer, junto con Patricio, en la calle Encarnació de Barcelona, hace casi tres años.
Como la cosa iba bien, decidieron aprovechar el local que utilizaban de almacén, en la acera de enfrente del Bemba, para convertirlo en el actual bar Pimpla.
La calle Encarnació no te la acabas: además del Bemba Smash Burguer y el bar Pimpla, tienes la famosa pizzería Sartoria Panatieri, pero también el restaurante Sannin, uno de los libaneses más antiguos de la ciudad, todo antes de llegar a la plaza de la Virreina, una de las favoritas de la gente de Gràcia
En la barra tienen un tirador de vermut y otro de cerveza, así que empezamos con un buen vermut de la casa —con su oliva— y unas cañas bien tiradas, mientras nos ponemos de acuerdo a la hora de elegir la comida y los vinos. Pero para que nos hagamos una idea, el Pimpla tiene capacidad para unas treinta personas, que se reparten entre las mesas y la barra. Únicamente abren por la tarde y por la noche, y es lógico, porque aquí los jóvenes del barrio vienen básicamente a pimplar y a picar algo, como la rusa y la mantequilla de miso con tostaditas que nos acaba de traer Diego y que nos parece deliciosa.
Llenamos las copas de un vino ancestral blanco de la bodega Dasca Vives para remojar la lubina cruda con nabos envinagrados, algas y salsa ponzu hecha en casa, con lima, jengibre y ajo; la carrillera de ternera al vino tinto con puré de boniato y el vitello tonnato con alcaparras. Cabe decir que los platillos son justamente eso, platillos, así que no tengáis miedo de pedir todo lo que os apetezca.
De postre, optamos por los dulces, como el tiramisú y la mousse de chocolate con aceite de oliva y sal, pero si lo que queréis es seguir con el vino, os recomiendo la tabla de quesos de la quesería Pinullet; por cierto, la única quesería urbana de Europa. Ah, y una última cosa, podéis ir acompañados de vuestro perro si no sabéis con quién dejarlo, porque aquí son bien recibidos, pero él no podrá pimplar.
