Aunque la historia de los hermanos Francisco y Longinos Álvarez es bien conocida, no está de más recordar que cogieron el bar Iberia en el año 2015, ubicado en el barrio de la Marina del Port, en el distrito de Sants-Montjuïc, un barrio que aún mantiene esa esencia de pueblo en algunas de sus calles. Ellos ya eran clientes habituales del antiguo bar cuando se presentó la oportunidad del traspaso y, claro, no la dejaron escapar.
Los hermanos Álvarez han creado, en estos diez años, uno de los templos de la cocina tradicional en Barcelona, con una cocina honesta y sincera, hecha con mucho amor, productos excelsos y unos precios más que razonables

Cuando entras en el Iberia, te invade esa ola de aromas de la cocina propia de las grandes casas de comida, y te sorprende su ambiente familiar y de barrio, donde todo el mundo se saluda, a la vez que se ponen manos a la obra. Pero vayamos por partes: explicar detalladamente el menú de mediodía del Iberia daría para muchas horas, incluso quizás para escribir un libro, pero intentaré resumirlo. Es, sin duda, un menú imbatible por la calidad y el precio, que —como mandan los cánones— cada día anuncian en la pizarra que cuelga de la pared, mientras reservan los platos especiales del día para ofrecérselos personalmente al cliente.

Los hermanos se levantan todos los días al amanecer para buscar y escoger el mejor producto en Mercabarna. A partir de ahí, se atrincheran en su feudo para servir los desayunos de tenedor, pero con la vista fijada en el menú de mediodía, teniendo muy presentes los productos de temporada y la estacionalidad. Así, es bien conocida su escudella cuando llega el otoño —hace apenas unos días que ha inaugurado la temporada— o su salmorejo cuando llega la primavera, dos de los clásicos de la casa.

En el Iberia no es fácil decidirse, pero finalmente elijo los fideos a la marinera, que me aparecen servidos en un bol lleno hasta la bandera, del que sobresale una cigala de las grandes, chirlas y mejillones. Lo encuentro muy sabroso y se intuyen horas de chup-chup, con unos fideos que están en su punto.
Imagino que como me han visto dudando mientras escogía los platos del menú, antes de los fideos, me han traído un vaso de salmorejo. Aunque estamos en pleno otoño, este año el buen tiempo ha alargado la temporada del tomate; basta con fijarse en los puestos de los mercados, que dan gusto, pero también porque hoy en Barcelona hace calorcito. Cabe decir que los platos de cuchara siempre abundan en el menú del Iberia, pero también las carnes y los pescados a la brasa.

Por este motivo, pido unas chuletillas de cordero con judías de Santa Pau que me alegran el día, porque tanto la carne como las judías están muy tiernas y sabrosas. Longi me comenta que están muy contentos de cómo les va todo, llenan cada día el restaurante y muchos días hacen dos turnos. El secreto —me confiesa— está en ofrecer a los clientes lo que a ellos les gustaría encontrar en un restaurante. Así, afinan las recetas con los años, hasta alcanzar la perfección. Todo según sus criterios. Qué mejor manera de acabar esta magnífica comida que con un flan casero.

Se me olvidaba comentar que podéis empezar bien el día probando sus desayunos de tenedor. Hoy, por ejemplo, tenían tripa con capipota, bacalao con samfaina o judías, calamares a la plancha, manitas de cerdo con garbanzos o unos buenos huevos fritos con butifarra.

Os aconsejo que visitéis el bar Iberia siempre que podáis por su cocina, las buenas raciones a precios muy ajustados o —si lo preferís— por el trato que te dispensan los hermanos Álvarez. Pero, sobre todo, por vosotros mismos, porque es una buena forma de ser feliz.