Aunque solemos pensar que el sabor de una comida depende únicamente de los ingredientes o de la forma en que ha sido cocinada, la psicología del color tiene mucho más que decir de lo que imaginamos. Un reciente estudio ha demostrado que el color del plato donde servimos los alimentos puede modificar de forma significativa la percepción del sabor, la intensidad y el disfrute de una comida. En concreto, los resultados indican que los platos blancos pueden hacer que los alimentos se perciban como más dulces, más intensos y más agradables, una conclusión que confirma lo que ya intuían muchos chefs: comemos también con los ojos.

Por qué deberías servir la comida en platos blancos

El experimento se realizó con una muestra de consumidores que probaron un mismo postre, una mousse de fresa, servida en platos blancos y negros. Aunque el producto era exactamente el mismo, quienes lo comieron en un plato blanco afirmaron que tenía más sabor, más dulzor y una textura más agradable. Por el contrario, los participantes que lo probaron en un plato negro lo describieron como más amargo, menos fresco y con un gusto más plano. Curiosamente, la forma del plato (redondo o cuadrado) no tuvo ningún efecto, lo que sugiere que el color es el principal factor visual que modula nuestra percepción gustativa.

Los colores de tu vajilla importan / Foto: Unsplash

Los investigadores explican que este fenómeno se debe a una interacción entre la vista y el gusto. El color blanco genera un mayor contraste con la comida, especialmente con alimentos de colores vivos como el rojo o el verde, lo que realza su apariencia y aumenta las expectativas positivas antes de probarlos. Cuando esperamos que algo sea más sabroso, el cerebro tiende a interpretar las señales del gusto de manera más favorable, lo que se traduce en una experiencia sensorial más intensa. Por el contrario, los platos oscuros absorben más luz y reducen el contraste, haciendo que la comida parezca menos apetecible o incluso más pesada.

La elección del color del plato no es un simple detalle estético

Este tipo de efectos no son nuevos: investigaciones previas de la Universidad de Oxford, lideradas por el experto en percepción sensorial Charles Spence, ya habían mostrado que el color, el peso o incluso el material de la vajilla pueden influir en cómo valoramos los alimentos. Por ejemplo, los postres servidos en platos blancos o rosados se perciben como más dulces, mientras que las bebidas en tazas de cerámica gruesa se sienten más intensas que en vasos de plástico.

Color y psicología van de la mano / Foto: Unsplash

La elección del color del plato no es un simple detalle estético, sino una herramienta que puede cambiar nuestra experiencia gastronómica. Si buscas que tus platos luzcan más sabrosos, equilibrados y visualmente atractivos, la ciencia lo deja claro: sirve la comida en platos blancos. Tu cerebro y tus invitados lo agradecerán.