Durante unos instantes, parecía que la historia se repetía. Como un Día de la Marmota geopolítico, Estados Unidos y Rusia volvían a anunciar una nueva cumbre, la segunda en pocos meses, ahora en Budapest. Pero el espejismo se ha desvanecido tan rápido como había aparecido: Donald Trump ha cancelado el encuentro con Vladímir Putin antes de que ni siquiera se pudieran definir los detalles. Después un poco de incertidumbre. El Kremlin parecía que dejaba la puerta entreabierta. Posteriormente, silencios. Una ausencia de diálogo que a menudo lo dice todo.

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Solo una semana antes, los dos presidentes habían mantenido una llamada telefónica después de que Washington advirtiera a Moscú que podría suministrar misiles Tomahawk a Ucrania. El resultado de la conversación había sido el anuncio de una reunión “histórica” en la capital húngara. Una escena que recordaba demasiado al verano pasado, cuando, en medio de amenazas de nuevas sanciones estadounidenses, Putin recibió al enviado especial de Trump, Steve Witkoff, y acordaron una primera cumbre en Alaska. Aquel encuentro, celebrado finalmente con poca preparación y menos resultados, fue presentado por el Kremlin como un triunfo simbólico: Rusia volvía a ocupar un lugar central en el escenario internacional.

Trump y Putin hablan / EFE
Trump y Putin / EFE

Ahora, sin embargo, el ambiente ha cambiado. Trump ha optado por cancelar la cumbre de Budapest con el argumento de que “no parecía que pudiéramos llegar adonde necesitamos llegar”. En paralelo, el presidente norteamericano ha aparcado su tradicional estrategia de concesiones hacia Moscú y ha anunciado sanciones contra dos grandes petroleras rusas, Rosneft y Lukoil. Es un giro claro respecto a su actitud anterior, más inclinada al diálogo y la flexibilidad.

La frustración de Donald Trump

Este movimiento responde, según observadores, a la frustración creciente de Washington ante la falta de concesiones del Kremlin. A pesar de los contactos bilaterales, Rusia sigue sin mostrar voluntad de pactar ningún cese de hostilidades o compromiso sobre Ucrania. Las nuevas sanciones buscan, pues, aumentar la presión, aunque difícilmente harán rectificar a Putin. Moscú, de hecho, ha respondido con contundencia.

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Putin ha calificado las sanciones de “acto hostil” y de intento de imponer decisiones bajo presión: “Ningún pueblo con dignidad acepta nada bajo coacción”, ha advertido. El tono más beligerante lo ha puesto Dmitri Medvédev, expresidente y actual vicepresidente del Consejo de Seguridad, que ha escrito en las redes que “EE.UU. es nuestro enemigo” y que las decisiones recientes “constituyen un acto de guerra”. La prensa rusa también ha reaccionado con dureza, criticando la “caprichosidad” y la “falta de coherencia” del principal socio negociador de Moscú, tal como recoge la BBC.

Detrás de la cancelación hay también un cálculo político interno. Trump había encargado al secretario de Estado, Marco Rubio, que preparara el encuentro con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, para asegurarse de que la cumbre tuviera un propósito real. Las conversaciones previas, sin embargo, dejaron claro que no había margen para un acuerdo, especialmente por el rechazo ruso a congelar las líneas actuales del frente en Ucrania. Moscú insiste en que quiere controlar todo el Donbás, incluidas las zonas aún bajo dominio ucraniano, una condición inaceptable tanto para Volodímir Zelenski como para la Casa Blanca.

Europa Press trump putin
Putin y Trump / Europa Press

¿Putin quiere la paz con Ucrania?

Para el Kremlin, una nueva cumbre con Trump habría sido otro éxito simbólico: un escenario europeo sin la Unión Europea en la mesa, presentado como una humillación para Bruselas. Durante días, los medios rusos alimentaron esta narrativa, tal y como relata la BBC. Pero, en paralelo, también crecía el convencimiento de que, incluso si el encuentro se hubiera celebrado, no habría producido resultados concretos. Los diarios cercanos al poder piden ahora continuar la guerra sin concesiones: “No hay ninguna razón para que Moscú acepte un alto el fuego”, publicaba el Moskovski Komsomolets.

Rusia asegura que quiere la paz, pero solo bajo sus propios términos: reconocimiento de las conquistas militares, detención de la expansión de la OTAN y, en última instancia, devolver Ucrania a su órbita de influencia. Unos objetivos que siguen siendo inaceptables para Occidente. Las sanciones de Washington y la suspensión de la cumbre abren, muy posiblemente, una nueva etapa de distanciamiento diplomático. Trump puede decidir endurecer aún más la presión, pero nadie descarta que, de aquí a unas semanas, la historia vuelva a empezar. No sería la primera vez, y muy probablemente, tampoco sería la última.