Con la llegada del buen tiempo y los menús más ligeros, muchas personas recurren a platos como la ensalada con burrata, convencidas de que están apostando por una opción saludable y poco calórica. Sin embargo, este tipo de preparaciones, que visualmente parecen frescas y ligeras, pueden esconder un aporte calórico más alto del que imaginamos. En el contexto de una dieta equilibrada o un proceso de pérdida de peso, es fundamental recordar que no todo lo que tiene apariencia saludable lo es desde el punto de vista energético. Y la burrata, ese queso cremoso tan seductor, es un ejemplo perfecto de cómo una elección aparentemente inocente puede desequilibrar nuestra ingesta sin que nos demos cuenta.
Cuidado con la ensalada con burrata
No se trata de demonizar alimentos, pero sí de entender cómo se comportan dentro del conjunto de la dieta. Igual que ocurre con ingredientes como los frutos secos o el aguacate, nutritivos pero calóricos, la burrata aporta una gran cantidad de grasa y calorías en poco volumen. Su textura cremosa se debe a su elaboración: una envoltura de mozzarella rellena de crema y hebras de queso, lo que la convierte en un producto rico en grasa, especialmente saturada. Una bola de burrata de 125 gramos puede superar fácilmente las 300 o incluso 400 calorías, sin contar con los aderezos o acompañamientos de la ensalada.
La doctora Magda Carlas, médica y nutricionista, lo resume así: “No hay alimentos que no engorden, solo hay formas de consumirlos con moderación”. En su opinión, pensar que un queso fresco como la burrata no tiene impacto en la dieta es un error frecuente. Aunque contiene más agua que un queso curado y, por tanto, su densidad energética es menor, sigue siendo un alimento concentrado. Además, no todos los quesos frescos son iguales: dependen del tipo de leche utilizada y del proceso de fabricación, lo que influye tanto en su valor nutricional como en su carga calórica.
La clave, como siempre, está en el equilibrio. Si te apetece una ensalada con burrata, no hay razón para eliminarla de tu dieta. Pero quizás no sea la mejor opción para un consumo diario o en grandes cantidades si tu objetivo es perder peso. También conviene acompañarla con ingredientes realmente ligeros, como vegetales crudos, y moderar el uso de aceites o salsas.
No se trata de demonizar alimentos, pero sí de entender cómo se comportan
Lo saludable también puede engordar, y por eso es importante aprender a mirar más allá de la etiqueta “fitness” que se le suele colgar a ciertos platos. Porque comer bien no siempre es sinónimo de comer poco, pero sí de hacerlo con criterio.