No hay nada más decepcionante que abrir la nevera al día siguiente de una comida especial y encontrarse con que ese queso tan cremoso o el embutido que cortaste con esmero están completamente resecos, sin sabor y con una textura que invita más a tirarlos que a disfrutarlos. Y lo cierto es que esto no suele deberse al paso del tiempo, sino a cómo los hemos guardado. El frío del frigorífico, aunque necesario, puede arruinar completamente estos productos si no se conservan de forma adecuada. Por suerte, existe un truco sencillo y muy efectivo que te puede ahorrar muchos disgustos: olvidarte para siempre del papel de aluminio y del film transparente.

El truco para que el queso y el embutido no se sequen

Aunque estos dos materiales son lo más habitual cuando guardamos embutidos y quesos ya cortados, no son en absoluto la mejor opción. En su lugar, lo ideal es utilizar recipientes herméticos, como los típicos fiambres. ¿La razón? Muy sencilla: al cerrar herméticamente el alimento, se limita casi por completo su contacto con el aire, que es el principal enemigo de la frescura. El aire no solo reseca, también favorece la aparición de moho y acelera el deterioro del sabor. Guardarlos en un recipiente cerrado no solo prolonga su vida útil, sino que mantiene casi intacta su textura y su aroma original.

Lo más importante es cerrar el alimento en un recipiente hermético

En el caso del queso, hay que tener en cuenta que es un alimento “vivo” que sigue evolucionando, por lo que necesita respirar, pero no demasiado. Para los quesos tiernos o semicurados, el papel encerado o el de horno es una alternativa ideal, ya que permite una ventilación mínima mientras mantiene la humedad. Si hablamos de quesos curados o con moho superficial, envolverlos en un paño de algodón humedecido es un método muy eficaz para conservar su frescura sin que se resequen. Incluso puedes sumergir trozos de queso en aceite de oliva virgen extra, con romero o tomillo, y lograr una conservación prolongada y un sabor potenciado.

Los quesos semicurados se pueden cubrir con papel de horno / Foto: Unsplash
Los quesos semicurados se pueden cubrir con papel de horno / Foto: Unsplash

El embutido también agradece ciertos cuidados extra. Una opción útil es cubrirlo con papel film y envolverlo con un trapo de algodón limpio, lo que evita el contacto directo con el aire y la luz. En el caso del jamón, un truco tradicional es cubrir el corte con su propia grasa, y si no la tienes, siempre puedes untar un poco de aceite de oliva en la zona expuesta. Así se evita que se ponga rancio o pierda humedad.

El jamón es bueno cubrirlo con su propia grasa / Foto: Unsplash
El jamón es bueno cubrirlo con su propia grasa / Foto: Unsplash

Y no olvides esto: tanto el queso como el embutido deben salir de la nevera un rato antes de consumirlos. Solo así volverán a mostrar toda su jugosidad, su aroma y ese sabor que tanto te gusta.