La exclusión de España de los siete países europeos que han asistido este fin de semana a una cumbre entre la UE y los Estados Unidos para abordar la inminente reunión que celebrarán Donald Trump y Vladímir Putin en Alaska sobre el futuro de Ucrania, es la respuesta de la Administración Trump a diferentes aspectos la política exterior española. Aunque el peso de España es el que es y su ausencia tampoco cambia nada, la política exterior se mueve por gestos y todo el mundo sabe que, a estas alturas, la inclusión hubiera sido lo más normal y no hubiera sido casi ni noticia. Al parecer, el vicepresidente norteamericano, J.D. Vance, no la incorporó a la lista.

En la cita, celebrada en Londres, actuó de anfitrión el canciller británico, David Lammy, y acudieron sus homólogos en Ucrania, Francia, Alemania, Italia, Polonia y Finlandia, además del propio Vance. Pedro Sánchez se tuvo que limitar a realizar un tuit de adhesión a Volodímir Zelenski reiterando el apoyo de España a las reivindicaciones de soberanía de Ucrania tras la invasión rusa, el 24 de febrero de 2022. Dos son, al menos, los contenciosos de España con Estados Unidos: la oposición de Sánchez a cumplir el compromiso de los países miembros de la OTAN a invertir en defensa el 5% del PIB y la política respecto a la empresa tecnológica china Huawei, a la que la administración socialista le ha hecho varios encargos importantes.

Los últimos, con el ministerio del Interior y por un importe de 12,3 millones de euros para que los servidores Ocean Stor 6800 V5 gestionen y almacenen las interceptaciones judiciales del sistema Sitel, usado por la policía española y la guardia civil. En 2020 ya se formalizó otro contrato importante para el almacenamiento de datos sensibles de la Seguridad Social. Este incremento de la dependencia de China en material tan sensible es el que ha llevado a Estados Unidos a advertir a España de que limitará el intercambio de inteligencia clave para la seguridad occidental si no rompe los lazos con la tecnológica china. No solo eso, han advertido que estaba poniendo en juego su seguridad nacional y la de sus ciudadanos.

Sánchez corre el riesgo de pasarse de listo, quedarse en una posición aún más insignificante y que todo ello tenga, a medio plazo, represalias

La posición española con Huawei también incomoda, aunque con maneras mucho más suaves, a sus socios europeos, que no se encuentran precisamente cómodos. Bruselas ya advirtió a final de mes a España que llevaba dos años reprendiéndola por el alto riesgo de espionaje y han tildado el nuevo contrato suscrito por Interior de incomprensible, ya que la empresa china ha sido vetada en las redes de telecomunicaciones en gran parte de Europa. Hay que tener en cuenta que la dependencia de una empresa china de su gobierno no es la que aquí podemos conocer y tiene que cumplir con la ley estatal china, y compartir con el gobierno todos los secretos que pueda llegar a tener la empresa.

Lo más preocupante de estas situaciones no son nunca uno u otro hecho, sino el cúmulo de incidentes y en qué coyuntura se producen. Estaremos de acuerdo en que ni el número de lances y frentes abiertos es una buena noticia para España en un mundo tan interdependiente. No se trata de tener más o menos independencia, ni de jugar las cartas sin tutela alguna. Pero desalinearse de la Unión Europea en materia de seguridad, primero con la OTAN y ahora con Huawei, puede acabar teniendo muchos más inconvenientes que ventajas. Sánchez corre el riesgo de pasarse de listo, quedarse en una posición aún más insignificante y que todo ello tenga, a medio plazo, represalias.