Puede resultar muy cómodo optar por medio melón o una sandía ya partida cuando no se necesita la pieza entera. Esa solución rápida, que parece ideal en pleno verano, puede esconder riesgos importantes para la salud que muchos consumidores no consideran. La razón es simple: en el momento en que estas frutas se abren, pierden la protección natural de su piel y se exponen a todo tipo de contaminantes. La cáscara de estas frutas actúa como una barrera frente a bacterias y microorganismos del entorno, desde el campo hasta el supermercado.

Por qué no deberías comprar melón ni sandía partidos

Una vez cortadas, esa defensa desaparece, y la pulpa queda expuesta a agentes que podrían ser peligrosos si no se mantienen unas condiciones higiénicas muy estrictas. Expertos en nutrición y seguridad alimentaria advierten que el melón y la sandía pueden convertirse en un vehículo para bacterias como Listeria, Salmonella o E. coli si no se manipulan correctamente.

Sandía, una fruta veraniega / Foto: Unsplash

El riesgo es todavía mayor cuando las piezas ya partidas se encuentran fuera de refrigeración, algo que, por desgracia, sigue siendo habitual en algunos puntos de venta. El calor y la exposición al aire favorecen la proliferación de microorganismos, especialmente en la superficie jugosa de estas frutas, que actúa como un medio perfecto para su desarrollo.

La cáscara de estas frutas actúa como una barrera frente a bacterias

Las autoridades sanitarias, como la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN), han establecido normas claras: una vez cortadas, estas frutas deben mantenerse a temperaturas iguales o inferiores a 5 °C. En circunstancias muy controladas, como las de establecimientos regulados, se permite que permanezcan hasta tres horas a temperatura ambiente, pero solo si esta no supera los 25 °C y si se garantiza una buena ventilación, sin exposición directa al sol.

Frutas veraniegas / Foto: Unsplash

Los riesgos de ignorar estas indicaciones son reales. La Listeria monocytogenes, por ejemplo, puede multiplicarse incluso en ambientes fríos y llegar a causar complicaciones graves en personas vulnerables como embarazadas, mayores o personas inmunodeprimidas. Por otro lado, Salmonella, E. coli o Norovirus pueden provocar síntomas intensos en cuestión de horas: desde diarreas, vómitos, fiebre o malestar estomacal, hasta hospitalizaciones en casos extremos.

Por eso, si estás en el supermercado y dudas sobre cómo ha sido conservada una fruta cortada, lo más seguro es optar por la pieza entera. Al llegar a casa, puedes cortarla tú mismo y guardarla bien tapada en la nevera. De esta manera, no solo prolongas su frescura, sino que también proteges tu salud y la de tu familia ante riesgos invisibles, pero perfectamente evitables.