¿Cava o champán? Esta es una pregunta que se hacen muchas personas en muchísimas más ocasiones de las que nos podemos imaginar. A la hora de decidir por una o por otra, las razones son también variadas. Desde el origen, hasta el precio, pasando por otros tantos motivos tanto objetivos como subjetivos. Pero hay una razón en concreto que está por encima de todas ellas, el concepto que tenemos de cada botella en general.
Cava o champán: esa es la gran cuestión
Desde su restaurante en Granada, Walter Geanfrancisco nos regala un análisis junto a una reflexión profunda sobre este tema del que, con las Navidades y sus reuniones ya a la vuelta de la esquina, vuelve a ponerse sobre la mesa junto a las copas. En sus redes sociales ha tenido un gran impacto —al igual que otros muchos de los materiales que cuelga— y es que puede que con sus argumentos termine, por una vez, esa eterna discusión. Más allá de la uva, la procedencia o de la técnica con la que elabora cada una de estas bebidas, este restaurador se centra en lo que simboliza cada una de ellas, en la percepción que tenemos y en lo que nos hacen sentir.
“El champán es la bebida de las grandes victorias, del éxito absoluto, de los brindis inmortales y de las celebraciones que pretenden tocar la eternidad”. Por eso está presente en los premios de Fórmula 1, en las bodas, en los cumpleaños redondos y en todos esos momentos en los que no solo hay que celebrar, también aparentar, derrochar y tirar la casa por la ventana.
El champán es la bebida de las grandes victorias, del éxito absoluto, de los brindis inmortales y de las celebraciones que pretenden tocar la eternidad
Y es que Geanfrancisco lo tiene claro: “Como todo lo que nació para representar el lujo, cuesta más de lo que vale y les gusta presumir del precio”. Ocurre con los bolsos de marca como Chanel o Dior, con los vinos de bodegas centenarias, con las cremas que prometen lo inalcanzable y con los restaurantes que son más postureo que gastronomía. Esa idea de lo caro es mejor es tan errónea como eterno su poder. La marca tiene un precio y ya se encarga el complejo engranaje del marketing en que así lo sea.
“El secreto del cava es que no pretende ser francés”. Tal y como dice el restaurador, “el cava quiere ser sobremesa con amigos, busca acompañar y cuando lo necesitas, como los buenos amigos, siempre está allí”. Y es que, cuando se quitan las formalidades, la corbata y los tacones, es cuando nos sentimos más a gusto, más nosotros y cuando llegan esos recuerdos que guardamos para siempre. “El cava es directo y es la única bebida capaz de plantarse ante el champán y susurrarle la frase más vengativa y sexy al mismo tiempo: cariño, no eres imprescindible”. ¿Estás de acuerdo con Geanfrancisco? Pues te da un último consejo: “Sea cual sea tu elección, sírvelo entre 6 y 8 grados y disfrútalo a sorbitos, no de un trago”. Ya solo queda brindar y ser celebrar.