Hablar del bizcocho de leche merengada es hablar de uno de esos desayunos capaces de reconciliar a cualquiera con las mañanas. Pocos aromas resultan tan evocadores como el de la canela calentándose junto a la leche o el del limón recién rallado, y quizá por eso este bizcocho tan sencillo y casero se ha convertido en uno de esos pequeños placeres que funcionan tanto para el día a día como para los fines de semana en los que apetece encender el horno. Lo mejor es que no hace falta ser ningún experto en repostería para lograr un resultado jugoso, aromático y con ese punto casero que jamás puede ofrecer un dulce industrial. Y todavía más: se conserva tierno varios días, así que es la excusa perfecta para recuperar la tradición de preparar desayunos de verdad, de esos que perfuman la casa y alegran el ánimo.
Receta de bizcocho de leche merengada
La base de esta receta es tan simple que sorprende. Solo necesitas huevos, azúcar, leche, mantequilla, harina con levadura, un par de ramas de canela y la ralladura de un limón. Lo que hace especial a este bizcocho no es la complejidad, sino el mimo. El primer gesto consiste en calentar la leche con la canela y la mantequilla, dejando que esta última se derrita lentamente. Cuando la mezcla está bien caliente, se tapa la olla con film y se deja infusionar durante unos 20 o 30 minutos. Ese reposo es el secreto para que la leche capture todo el perfume reconfortante de la canela, una especie de abrazo aromático que luego impregnará cada bocado.
Mientras el horno se precalienta a 170 grados, llega el momento de batir los huevos con el azúcar y el limón. Este paso es fundamental: hay que trabajar la mezcla hasta que esté bien aireada, casi espumosa, porque esa ligereza será la que luego dé volumen al bizcocho. Después se incorpora lentamente la leche ya sin las ramas de canela y se añade la harina tamizada, integrándola con suavidad y sin prisas. La masa resultante se vuelca en un molde engrasado y directo al horno durante unos 50 minutos, o hasta que al pincharlo la brocheta salga limpia. El olor que empieza a salir a partir de la media hora es de los que obligan a mirar el reloj y contar los minutos que faltan para probarlo.
El bizcocho de leche merengada se convierte en el aliado perfecto de un vaso de leche, un café o incluso un té especiado
Una vez frío, el bizcocho de leche merengada se convierte en el aliado perfecto de un vaso de leche, un café o incluso un té especiado. Su tamaño generoso lo hace ideal para familias o para quienes disfrutan preparando dulces caseros que duren varios días.
Guardado en un recipiente hermético, aguanta tierno sin problemas. Y quizá por eso, porque combina sencillez, tradición y un aroma irresistible, este bizcocho se ha ganado un hueco como uno de los desayunos más deliciosos que se pueden preparar en casa.
