Cien días. Este es el tiempo que ha pasado desde que Quique Setién asumió el cargo de entrenador del primer equipo del Barça. El técnico cántabro firmó su nuevo contrato el 13 de enero, poco después de que el club blaugrana destituyera a Ernesto Valverde de forma poco elgante. "Ayer paseaba con las vacas de mi pueblo y hoy entreno a los mejores jugadores del mundo", dijo Setién. La frase, que ya es historia de la entidad, reflejaba a la perfección la incredulidad de un hombre de 61 años que afrontaba la oportunidad de su vida. Probablemente era consciente de que había aterrizado en el Camp Nou de rebote después de las negativas de Xavi, Ronald Koeman y Mauricio Pochettino.

El exentrenador del Betis llegaba para reconducir la trayectoria de un Barça que había perdido la identidad. De Setién, más allá de los resultados, se esperaban dos consignas claras: recuperar el estilo y apostar por la cantera. El cántabro, inteligente y dócil ante los medios, supo transmitir lo que el culé quería oír. En su entrevista de bienvenida se declaró cruyffista y, en la primera rueda de prensa, afirmó que no se fijaría en nombres, sino en el rendimiento de sus hombres. También los del filial.

Resultados positivos con matices

Desde su llegada, Setién ha dirigido doce partidos del Barça. El balance, con ocho victorias, un empate y tres derrotas, es positivo. Pero las sensaciones nunca han sido del todo convincentes.

El técnico cántabro es estrenó en el Camp Nou delante del Granada y lo hizo con un primer matiz táctico de peso: 3-3-4 en ataque con Jordi Alba y Ansu Fati de extremos. El equipo sólo ganó por 1-0 gracias a una diana del de siempre, Leo Messi, pero su propuesta, gracias a la cual el Barça tuvo la posesión en todo momento, va entusiasmó a una parte de la afición.

La alegría, sin embargo, duraría muy poco. En la siguiente jornada, Setién y sus hombres naufragaron en Mestalla (2-0). Las victorias contra el Ibiza (1-2), el Leganés (5-0) y el Levante (2-1) permitieron calmar el ambiente, pero no convencieron futbolísticamente.

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El primer bofetón serio llegaría el 6 de febrero, cuando el Barça fue eliminado en los cuartos de la Copa del Rey por culpa de un gol en los últimos instantes de partido de Iñaki Williams en San Mamés (1-0). Aquel día, irónicamente, los de Setién habían firmado su partido más convincente desde la llegada del nuevo técnico.

Betis (2-3), Getafe (2-1) y Eibar (5-0). El equipo se repuso con tres victorias en Liga, pero volvió a desmoronarse en un momento clave, justo antes del parón por el Covid. En Nápoles, en el duelo de ida de los dieciseisavos de la Champions League, los de Setién sólo consiguieron rascar un decepcionante empate (1-1) que podría haber sido una derrota, mientras que en el Santiago Bernabéu perdieron (2-0), regalando un liderato que, eso sí, recuperarían a la siguiente jornada. La victoria in extremis contra la Real Sociedad (1-0), gracias a un gol de penalti de Messi, sumada a la derrota del Madrid en el campo del Betis (2-1), permitió que el Barça se situara primero. Ahora, gracias al coronavirus, aquel resultado podría valer un título.

Crisis en los despachos y en el banquillo

La etapa de Setién, sin embargo, también será la etapa de más inestabilidad institucional de los útlimos años en el Camp Nou. El entrenador cántabro muy pronto descubrió porque el Barça es 'més que un club'. Pero en el sentido negativo.

Primero, gracias al intercambio de reproches que el secretario técnico de la entidad, Éric Abidal, y el capitán del equipo, Leo Messi protagonizaron a principios del mes de febrero. El francés acusó a los jugadores de no entrenar correctamente bajo las órdenes de Valverde y el argentino, excompañero suyo, no se mordió la lengua.

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Este, sin embargo, sería un conflicto menor en comparación con lo que llegaría pocos días después. La Cadena SER hizo saltar la liebre después de revelar que el club había contratado a la empresa I3 Ventures para desprestigiar a la oposición a la presidencia y a varios sectores del entorno blaugrana –incluidos los jugadores– a través de perfiles falsos en la red. Setién se desmarcó del lío con acierto, y es que el terremoto –traducido en destituciones, dimisiones y movimientos electorales– todavía sacude el club.

El técnico cántabro, sin embargo, también vivió una crisis sobre la cual tuvo responsabilidad. Sucedió horas después de la derrota contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu y el protagonista fue uno de sus activos más preciados, Éder Sarabia. Las cámaras de Movisar+ cazaron a la mano derecha de Setién mientras renegaba contra los futbolistas en el banquillo del feudo blanco, hecho que provocó un alud de informaciones de todo tipo que apuntaban que la plantilla estaba muy molesta con la actitud del cuerpo técnico. El técnico tuvo que disculparse públicamente y el club, de manera interna, hizo un toque de atención a Sarabia.

Y entonces, el coronavirus. Cuando el vestuario había recuperado cierta estabilidad llegó la peor pandemia del siglo XXI, el fútbol mundial quedó paralizado... y Setién se dedicó a realizar entrevistas telemáticas. Las dos últimas, en las cuales quitó peso al papel de la cantera, sin duda no han ayudado a mejorar su imagen. Quizás, si hubiera sabido todo lo que vendría, se hubiera quedado paseando las vacas.