El incendio de la Segarra, que se dio por estabilizado a última hora del martes, está completamente bajo control, pero una quincena de dotaciones de los Bombers han estado trabajando esta mañana en su extinción, que todavía puede tardar días, según ha explicado la jefe de los Bombers, David Borrell. Considerado el primer gran incendio forestal del año a Catalunya y de todo el Estado español, el incendio de Torrefeta y Florejacs se ha cobrado dos víctimas mortales, ha quemado más de 6.000 hectáreas, pero ha dejado muchas lecciones de cara al futuro y ha incorporado al vocabulario de los medios palabras como pirocúmulo o expresiones como "incendio de sexta generación" que no han sido habituales hasta ahora. Y es que este incendio, uno de los que ha tenido más afectación en el país (ha quemado 15 veces más que el conjunto de hectáreas que se quemaron en Catalunya durante todo el año pasado), marca un antes y un después en la lucha contra el fuego.

Intensos, destructivos y muy difíciles de controlar

Para empezar, habría que explicar el significado de un incendio de sexta generación, una tipología de fuego extremadamente agresiva que ha vuelto poner de actualidad con este incendio de la comarca de la Segarra. Son incendios que suponen un gran reto para los bomberos, por su peligrosidad, porque son intensos, destructivos, devastadores y muy difíciles de controlar. Se caracterizan por su velocidad de propagación, la capacidad de alterar las condiciones meteorológicas locales y generar su propia meteorología, como tormentas de fuego y pirocúmulos -una nube de fuego que chupa las llamas y las transporta, escupiéndolas a distancia y haciendo avanzar todavía más rápido el incendio-, que pueden llegar hasta los 14 kilómetros de altura, como ha pasado en este incendio en las Terres de Ponent. Los incendios de sexta generación liberan tal cantidad de energía que crea estas columnas convectivas capaces de crear estas nubes de humo y ceniza denominados pirocúmulos, que se forman cuando el vapor de agua de la atmósfera libera la vegetación quemada condensada en torno a estas cenizas y otras partículas del incendio y que pueden provocar incluso tormentas eléctricas y nuevos focos de incendios.

Los incendios de sexta generación pueden avanzar a velocidades superiores a los 6 km/hora (el incendio de Ponent llegó a avanzar además de 38 km/hora, la velocidad más alta de los fuegos en Europa), y esta velocidad de propagación hace que se puedan llegar a consumir más de 10.000 hectáreas en solo una hora. Son fuegos con vida propia, capaces de propagarse incluso contra el viento y de cambiar de dirección en minutos, superando la capacidad de los modelos actuales para prever su evolución. El subinspector de los Bomberos, Edgar Nebot, reconocía en una entrevista en el canal 3/24 que tienen un impacto en el territorio mucho mayor que un incendio normal. Son fuegos "dominados en gran parte por lo que hay arriba, a la atmósfera, más que el que tenemos en superficie".

Cada vez más frecuentes por el cambio climático

Su aparición está vinculada al cambio climático (olas de calor, sequías prolongadas, acumulación de material vegetal seco) y al calentamiento global. Eso, sumado a la expansión de los bosques por el abandono de las zonas agrícolas, facilita que este tipo de incendios sean cada vez más frecuentes. Los métodos convencionales no suelen ser efectivos; a veces, solo la lluvia o un cambio brusco de tiempo pueden detenerlos, por eso los Bomberos han tenido que adaptarse a la nueva realidad y cambiar sus estrategias e incluso su organización. Sin renunciar a apagarlos, tienen que recurrir a nuevas estrategias en la lucha para extinguirlos. Un elemento clave pasa por "evitar el colapso del cuerpo de Bombers y trabajar a partir de ejes de confinamiento", como destaca Nebot. Los Bombers, como afirma el subinspector, han ido conociéndolos y aprendiendo de cada incendio. "Hemos ido aprendiendo dónde tenemos que mirar, cuáles son las nuevas variables importantes a tener en cuenta y como cambia el escenario de la emergencia", afirma Nebot. "Somos capaces, año tras año, de ir aprendiendo cosas nuevas", concluye.

¿Qué hay que hacer, antes y durante el incendio?

Ante un incendio de sexta generación, la ciudadanía tiene que priorizar la autoprotección, la prevención y seguir estrictamente las indicaciones de las autoridades a causa de la extrema peligrosidad, imprevisibilidad y rapidez de estos fuegos. Si se habita en un lugar susceptible de verse implicado en un incendio forestal, se recomienda preparar un plan de autoprotección familiar y comunitario, incluyendo rutas de evacuación y puntos de encuentros seguros. Se puede también adaptar las viviendas y los jardines para evitar situaciones de riesgo, como mantener la vegetación perimetral limpia y crear cortafuegos en torno a las viviendas y urbanizaciones. Utilizar también materiales resistentes al fuego en la construcción y equipar la vivienda con sistemas de detección y extinción (extintores, detectores de humos, hidratantes exteriores), y sobre todo, no encender fuego, no tirar colillas ni residuos, ni utilizar maquinaria que pueda provocar chispas en épocas de riesgo, y respetar las restricciones de acceso a zonas forestales. Precisamente la chispa de una máquina segadora en Torrefeta es la principal hipótesis del inicio del fatal incendio.

Mejor confinar que evacuar

Durante el incendio, la ciudadanía tiene que seguir las órdenes de evacuación o confinamiento emitidas por las autoridades, y no intentar combatir el fuego por cuenta propia. Los incendios de sexta generación superan la capacidad de extinción convencional y pueden cambiar de dirección en minutos, poniendo en grave peligro a las personas que se acercan. En este sentido, el jefe de los Bombers de la Generalitat, David Borrell, considera que es muy importante entender que "cualquier persona que pretenda moverse en este territorio está expuesta a un riesgo", y por eso los Bombers son mucho más partidarios de los confinamientos que de las evacuaciones, porque "cuando la gente es más vulnerable es cuando está a fuera de un edificio. Borrell añade que es "extremadamente difícil" que un fuego entre dentro de una vivienda con las puertas y las ventanas cerradas y los habitantes confinados dentro. Para evitar la entrada de humo hay que cerrar puertas, ventanas y sistemas de ventilación.