Tienes una lata de refresco en la mano. ¿Antes de bebértela qué haces? Seguro que muchos contestan que abrirla y beber directamente; otros, que la limpian con lo primero que pillan; y también habrá quien diga que intenta lavarla con algo más higiénico. Podríamos decir que el mundo se divide entre los que viven con miedo a las bacterias que nos rodean y los que prefieren ignorarlas. Están los que se toman al pie de la letra la regla de los tres segundos (si algo cae al suelo y lo recoges rápido, se puede comer) y los que se echan las manos a la cabeza solo de pensarlo. Para poner datos sobre la mesa, el divulgador @diogofromtheblock publicó en su cuenta de Instagram un experimento tan simple como revelador.
Limpiar la lata de refresco con una servilleta antes de beber
Con una lata de refresco en la mano, Diogo planteó cuatro escenarios: beber directamente; limpiar la lata con la camiseta; limpiarla con una servilleta o pañuelo limpio; desinfectarla con una solución con un 70 % de alcohol. ¿Qué harías tú? Él hizo las cuatro y llevó las muestras al laboratorio para analizar qué cantidad de gérmenes, bacterias, hongos y demás patógenos había en la parte por donde se bebe.
Veinticuatro horas después, Diogo volvió al laboratorio para ver los resultados y ¡sorpresa! Las dos primeras opciones mostraban un crecimiento llamativo de microorganismos. En cambio, tanto la servilleta como el alcohol consiguieron reducir drásticamente la presencia de bacterias y hongos. Lo más interesante fue comprobar que entre limpiar con un pañuelo limpio y aplicar alcohol la diferencia era mínima. Tan mínima como la que había entre no limpiar y pasarle la camiseta que llevas puesta.
¿De dónde salen esas bacterias? Medir el riesgo
Viendo la cantidad de seres vivos que había en esa parte de la lata, la pregunta es lógica: ¿de dónde vienen? No es que las latas sean peligrosas, pero sí que recorren un largo camino antes de llegar a tu mano: desde la fábrica hasta el supermercado, pasando por el camión de reparto, el almacén, el bar, etc. Durante todo ese recorrido, pueden contaminarse por contacto con superficies sucias, ambientes poco higiénicos o una simple manipulación sin lavarse las manos. Y la parte más crítica es justo la que va a tu boca: la lengüeta y la anilla. Ahí se puede acumular polvo, restos de suciedad e incluso humedad.
La mayoría de las veces, nuestro sistema inmunológico gestiona estos pequeños contactos sin problema. Pero si estás enfermo, embarazada, inmunodeprimido o simplemente quieres evitarte un disgusto… no es tan descabellado tomarse un segundo para limpiar la lata. Incluso en casa, ese gesto rápido de pasarle una servilleta o un poco de papel limpio puede evitar que ingieras sin querer algo que no estaba invitado. Un gesto mínimo que puede evitar un mal trago. Porque aunque no las veas, las bacterias están ahí.