En un contexto en el que cada vez estamos más concienciados de los riesgos asociados a lo que comemos, la alimentación saludable se ha convertido en un tema de debate constante. Los consumidores buscan etiquetas claras, productos orgánicos, alimentos de kilómetro cero y, sobre todo, opciones que contribuyan a la salud y el bienestar. En este panorama, el pescado —especialmente el atún— ha mantenido una reputación envidiable: es rico en proteínas de alta calidad, contiene ácidos grasos omega-3 beneficiosos para el corazón y ayuda a mantener una dieta equilibrada. Todo ello hace que muchas personas lo consideren un alimento prácticamente imprescindible. ¿Pero, y si el formato más habitual de consumo de atún no fuera tan saludable como parece?
Los peligros de las latas de atún
Las latas de atún, por su comodidad, larga conservación y precio asequible, se han convertido en una opción recurrente en muchos hogares. No obstante, el ingeniero químico José Daniel Pedraza, conocido como @josedaniel.pedrazab, ha alertado a través de un vídeo en Instagram de los riesgos que puede comportar el consumo usual. Uno de los principales motivos de alarma es el contenido de mercurio, un metal pesado tóxico que puede acumularse en el organismo con efectos perjudiciales, especialmente en niños, embarazadas y personas con el sistema inmunitario comprometido. El atún, como depredador de la cadena trófica marina, tiende a concentrar cantidades elevadas de mercurio, y este problema se mantiene —e incluso se acentúa— en el producto en conserva.
Aparte del mercurio, hay que tener en cuenta otro elemento preocupante: el bisfenol A (BPA). Esta sustancia química se utiliza a menudo en el revestimiento interno de las latas para mejorar la conservación y evitar que el metal entre en contacto directo con el alimento. Aunque varios organismos internacionales han advertido sobre los posibles efectos nocivos del BPA —como alteraciones hormonales, afectaciones al sistema endocrino o riesgos en el desarrollo neurológico—, todavía hoy se encuentra presente en muchos envases de consumo habitual, incluidas las latas de atún.
Aunque el consumo esporádico de atún en conserva no supone un riesgo inminente para la salud, una ingesta frecuente puede tener consecuencias a largo plazo. Por eso, cada vez más nutricionistas y profesionales de la salud recomiendan limitar el consumo y optar, siempre que sea posible, por alternativas más seguras, como el pescado fresco de pesca sostenible o conservas de pescado de pequeño formato (como las sardinas), que acumulan menos metales pesados. En definitiva, el problema no es el atún en sí, sino cómo lo hemos transformado para adaptarla a nuestro ritmo de vida. A veces, aquello que nos parece práctico y saludable esconde un precio que nuestro cuerpo acaba pagando en silencio.