En verano, cuando el calor aprieta y buscamos opciones frescas en la cocina, las frutas suelen ser protagonistas. Pero también lo es un problema que muchos hemos sufrido: la oxidación. Cortar una manzana, una pera o un plátano y ver cómo en minutos adquieren un tono amarronado y una textura blanda y poco apetecible es más habitual de lo que nos gustaría. Este fenómeno ocurre cuando el oxígeno del aire entra en contacto con la pulpa expuesta, desencadenando una reacción enzimática provocada por la polifenol oxidasa, también conocida como tirosinasa. No solo afecta a las frutas cortadas, sino también a las piezas enteras que se han golpeado accidentalmente. La buena noticia es que existen formas sencillas, eficaces y naturales para evitar que las frutas se oxiden tan rápido, y mantener su color, sabor y textura intactos durante más tiempo.
Así evitas que la fruta se oxide en minutos
Una de las técnicas más útiles y fáciles de aplicar consiste en sumergir la fruta troceada en agua fría durante unos minutos, cubriéndola con papel de cocina para evitar que flote y se exponga al aire. Esta práctica ralentiza el contacto con el oxígeno, especialmente efectiva con peras y manzanas.
Zumo de limón
Otra opción muy conocida, y con buen respaldo por su eficacia, es el uso de zumo de limón u otros cítricos. El ácido cítrico actúa como barrera antioxidante, frenando el cambio de color. También funciona el zumo de piña o incluso ciertas bebidas carbonatadas, aunque es importante tener en cuenta que pueden modificar ligeramente el sabor final.
Agua con miel o sal
Si se busca un remedio más casero, se puede recurrir a una mezcla de agua y miel. Con solo dos cucharaditas disueltas en una taza, basta un minuto de remojo para obtener resultados visibles. La miel contiene compuestos que bloquean la acción de la enzima responsable de la oxidación. También puede utilizarse una solución de agua con sal, dejando reposar la fruta unos minutos antes de enjuagarla y secarla bien.
El ácido cítrico, por ejemplo, actúa como barrera antioxidante, frenando el cambio de color
Conservación sin lavar y en frío
Por otro lado, la conservación en frío y sin lavar es clave para frutas delicadas como fresas o arándanos. Mantenerlas con su tallo y lavarlas solo justo antes de comerlas es esencial para alargar su frescura. Y para quienes optan por guardar fruta ya cortada, conviene recurrir a bolsas con cierre hermético, al vacío o incluso a un buen envoltorio con papel film, siempre cuidando que no entre aire.
Para frutas más grandes
En el caso de frutas más grandes como sandía o melón, conviene cubrir la pulpa bien sellada, a ser posible con sus semillas, y guardarlas en la nevera, donde pueden durar hasta cuatro días. Incluso los plátanos se benefician de pequeños trucos: basta con envolver el extremo del racimo con papel de aluminio o film transparente y mantenerlos alejados de otras frutas. Con estos consejos, disfrutar de fruta fresca, sabrosa y bonita será más fácil que nunca.