Paseando por las calles empedradas de Estocolmo, es fácil quedar cautivados por la elegancia tranquila de una ciudad que combina historia y modernidad con una naturalidad envidiable. Desde los reflejos dorados del palacio real sobre las aguas hasta las librerías acogedoras y los cafés con vistas a los canales, todo parece respirar orden, cultura y estilo nórdico. Aquí es también donde, cada diciembre, se toman decisiones que impactan el mundo entero: los Premios Nobel, símbolo del conocimiento y el progreso, encuentran en Estocolmo su escenario principal. Y como no, es también la ciudad natal de ABBA, el grupo sueco más internacional, que todavía hace bailar generaciones. Pero más allá de su encanto y de sus iconos culturales, hay un detalle que no pasa desapercibido para el visitante: prácticamente nadie fuma. A diferencia de otras capitales europeas, en Estocolmo el aire es sorprendentemente limpio de humo de cigarrillo. Y eso no es casualidad. Suecia es el primer país del mundo libre de humo, y uno de los factores clave detrás de este éxito es un producto típicamente sueco: el snus, una forma de tabaco sin combustión que ha cambiado radicalmente la manera como la población sueca consume nicotina.
¿Cómo ha sido posible?
Para entender como Suecia ha conseguido que solo el 4,5% de sus adultos sean fumadores, hay que echar la vista atrás, y es que hace décadas que el país apuesta por las alternativas sin humo. Lo que llama más la atención es que Suecia tiene un nivel de consumo de nicotina similar a la media europea, pero registra un 41% menos de incidencia de cáncer y la mitad de muertes relacionadas con fumar que el resto de Europa. La explicación tiene dos nombres: bolsas de nicotina y snus.
El snus es un producto de tabaco sin combustión que se consume por vía oral, se coloca entre el labio superior y la encía y se deja actuar. Tiene sus orígenes en el siglo XVIII, cuando en Suecia se adaptó el “snuff” francés (polvo de tabaco inhalado) y se empezó a consumir en forma húmeda, colocándolo bajo el labio superior. Esta práctica se volvió muy popular entre la población sueca, especialmente en las zonas rurales. En 1915 se fundó la empresa estatal Svenska Tobaksmonopolet (Monopolio Sueco del Tabaco) y en 1917, Svenska Tändsticks AB, una empresa de fabricación de cerillas. De la fusión de estas dos históricas empresas suecas en 1992 surgió Swedish Match, que hoy en día es una de las compañías suecas más reconocidas que fabrican snus tradicional sueco y otras formas más modernas de nicotina oral, como bolsas de nicotina, que no contienen tabaco.
Parte del impulso de estos últimos productos sin humo se ha hecho desde el año 2022, cuando la multinacional norteamericana Philip Morris International (PMI) adquirió Swedish Match como parte de su objetivo de transformarse en una empresa “sin humo” (smoke-free). Y es que Swedish Match aportaba una línea de productos sólida, ya consolidada en el mercado escandinavo y creciente en países como los EE.UU. El objetivo está claro; que en el 2030 los productos sin combustión de Philip Morris representen más de dos tercios de los ingresos netos y se convierta así en una empresa sustancialmente libre de humo.
¿Es un caso reproducible a otros países?
Sabiendo todo eso, sorprende que no haya más países que se fijen en la experiencia de países como Suecia con el snus y las bolsas de nicotina. Ambos productos forman parte de la identidad cultural y de la historia social del país. El snus ha estado presente en la sociedad sueca desde hace más de 200 años, y su uso se consolidó mucho antes de que el cigarrillo se volviera hegemónico. Además, durante el siglo XX, mientras el tabaquismo aumentaba en otros países, muchos suecos ya usaban snus como alternativa.
¿Por qué si esta opción es menos perjudicial que fumar y hay informes científicos y datos de salud pública que lo demuestran, como que Suecia tiene los índices de mortalidad por cáncer de pulmón y tabaquismo más bajos de Europa, el modelo no se copia en más países? A pesar de las ventajas comparativas del snus y las bolsas de nicotina respecto del tabaco fumado, hay varios obstáculos culturales, legales y psicológicos que dificultan la implantación fuera de Suecia.
De entrada, la Unión Europea prohíbe la venta de snus en todos sus Estados miembros, excepto Suecia (gracias a una exención negociada en el momento de adhesión). Con respecto a las bolsas de nicotina, se trata de un producto muy desconocido fuera de Suecia y con una forma de consumo muy diferente a los cigarrillos. Además, muchas campañas antitabaco ponen todos los productos con nicotina en el mismo saco, sin matices. El caso sueco es un ejemplo de estrategia de reducción de daños que ha funcionado. Sin embargo, extrapolar este modelo a otros países implica romper barreras culturales, legales y perceptivas. La clave no solo es demostrar que las bolsas de nicotina pueden ser menos nocivas que fumar, sino que sean una alternativa aceptable, y socialmente legítima para los fumadores.
¿Qué dice España?
Sin ir más lejos, si bien el snus está prohibido en el resto de la UE, las bolsas de nicotina sí que se encuentran en Europa, incluida España, aunque de manera muy minoritaria. Ahora bien, el ministerio de Sanidad español ha iniciado una batalla contra este producto, por más que haya estudios médicos que apuntan que es mucho menos perjudicial que los cigarrillos.
De hecho, como se refleja en su propuesta regulatoria, el ministerio presenta más bien una visión de rechazo hacia estos productos sin humo. El ministerio quiere impulsar medidas como limitar la concentración de nicotina de las bolsas, limitar el contenido de nicotina en los cigarrillos electrónicos y también prohibir que los cigarrillos electrónicos y las bolsas tengan sabores. Para Philip Morris, si se implementaran estas medidas, “España estaría negando una herramienta de menor daño en comparación con los cigarrillos”.
Desde el ministerio, mediante un Proyecto de Real decreto, se quiere reducir la cantidad de nicotina de estos productos a un 0,99% mg por bolsa, una cantidad que es tan baja que no sería suficiente para saciar las ganas de fumar de una persona fumadora. Habrá que ver cómo avanza, pero los suecos lo tienen claro: para ellos que España quiera imponer una prohibición de facto de las bolsas de nicotina es como si Suecia prohibiera la venta de vino español.
El contraste con el caso sueco, donde estos productos han contribuido a reducir el tabaquismo, muestra que una estrategia de salud pública basada en la reducción de daños es posible, pero requiere un debate profundo y basado en ciencia. El futuro de estas bolsas en España dependerá de si las autoridades optan por prohibir, regular o aprovechar una oportunidad para frenar el consumo de cigarrillos con una herramienta que, de momento, avanza por la vía discreta.