Enterrado en un gran ataúd de cerámica sellada dentro de una tumba de piedra a Nuwayrat, en el norte de Egipto, se descubrieron los restos de un individuo el año 1902. Más de un siglo después, un equipo encabezado por el Instituto Francis Crick (Reino Unido) ha conseguido secuenciar el genoma completo de un hombre que vivió hace entre 4.500 y 4.800 años. Por el tipo de artrosis en la columna, los investigadores han concluido que se inclinaba muy adelante, probablemente, por su trabajo de alfarero. Por este motivo, habría sido enterrado dentro de un ataúd de estas características, más propio de la clase alta, subrayan. Hasta ahora, solo se habían secuenciado parcialmente tres genomas, ya que la difícil conservación del ADN por las altas temperaturas de la zona ha hecho que se sepa muy poco del origen genético de los antiguos egipcios. Durante más de un siglo los restos estuvieron a varias instituciones de Liverpool y ahora se encuentran en el Museo Mundial de esta ciudad británica.
Los restos fueron fechados hacia el 2855-2570 a.C., es decir, en el tiempo de las primeras pirámides, y coincidiendo con el final del periodo Dinástico Temprano y el principio del Reino Antiguo. Este éxito científico, publicado en la revista Nature, ha permitido revelar datos genéticos sobre los orígenes de las poblaciones del Antiguo Egipto, que hasta ahora solo se podían entrever a través de los hallazgos arqueológicos y los relatos de los historiadores. Así, de la muestra ADN se extrae que el individuo procede de ascendencias norteafricanas. La investigación ha descubierto que el hombre tenía un 80% de ascendencia relacionada con los antiguos pueblos neolíticos del norte de África y el otro 20% restante, vinculado al este del Creciente Fértil, que abarca el Iraq, oeste de Irán, parte de Siria y el extremo sudeste de Turquía.
Desde el Instituto Francis Crick, recuerdan que las dos culturas se influyeron mutuamente durante milenios y que había "una red compleja de personas que se movían y mezclaban con la población local". Aunque esta persona no sea representativa de toda la población de la época, ya que "con un individuo no capturamos toda la diversidad de la población" a lo largo del valle del Nilo, remarcan, el hallazgo supone un avance en la comprensión de los egipcios del Reino Antiguo.
ADN de la raíz de un diente
Después de más de un siglo del hallazgo de los restos, el equipo ha extraído ADN de la raíz de un diente y también ha analizado el esqueleto, en un estado de conservación excepcional. Con estos nuevos resultados químicos de sus dientes relacionados con la dieta y el entorno han podido demostrar que probablemente había vivido a caballo entre el Reino Antiguo (2686-2125 a.C.), que siguió a la unificación del Alto y el Bajo Egipto, y el periodo Dinástico Temprano (3150-2686 a.C.), de una notable estabilidad e innovación, incluida la construcción de la primera pirámide escalonada.
Alfarero de profesión
El equipo de investigadores también ha concluido que se podría tratar de un alfarero. Según el investigador Joel Irish, de la Universidad John Moores de Liverpool, explica que el hombre vivió hasta mediados de los 40 años y de los 60, más próximo a esta última edad, "visto el alto grado de artritis y osteoporosis". Además, tuvo una vida física "increíblemente dura", ya que pasó gran parte del tiempo mirando hacia abajo y, por el tipo de artrosis en la columna, se inclinaba muy adelante. Las marcas musculares en los brazos indican que los mantenía extendidos durante largos periodos y con los codos doblados. Analizando las imágenes en varias tumbas egipcias que reproducían profesiones de la época y, "aunque es circunstancial y no se puede probar", la que encaja mejor con sus características es la del alfarero, concluye.
El entierro en un ataúd sellado de estas características era propio de la clase alta y no el esperado para alguien de esta profesión, aunque consideran que "quizás era excepcionalmente hábil o tuviera éxito para mejorar su estatus social". Este hecho ha comportado que "se proporcionara un entorno estable" por la conservación de los restos, señala Linus Girdland-Flink, del LJMU. Además, su muerte se produjo antes de que la momificación artificial fuera una práctica habitual, que puede haber contribuido a preservar el ADN.