El amor y la pasión por el vino pueden aparecer de diferentes maneras. En mi caso, nadie de mi entorno próximo tenía (ni tiene) ningún tipo de vínculo con este mundo, así que no fue hasta los 22 años cuando, una persona con familia en la Ribera del Duero, me organizó un viaje por aquella zona y una comida muy concreta y típica en un restaurante de Aranda: un lechazo maridado con un vino tinto, Pagos de Quintana Crianza 2005, que yo denominaré siempre mi primer vino, por cómo me cambió la concepción de lo que puede haber dentro de una botella y todo lo que supuso aquel descubrimiento en mi vida.
Quién es Núria Altés: un retorno vanguardista a los orígenes
En el caso de Núria Altés, no fue así, pues su vínculo con el vino empezó al mismo tiempo que ella vino al mundo. Para conocerla, tenemos que viajar al sur de Catalunya, concretamente a Batea, en el corazón de la Terra Alta. Allí nació, en el seno de una familia campesina, como la mayoría de los habitantes de este pueblo agricultor y viticultor. Núria vivió siempre rodeada de viñas, sus padres y abuelos trabajaban el campo y así fue como, poco a poco, su pasión por la tierra se fue instaurando dentro de ella, aunque reconoce que, cuando era pequeña, refunfuñaba cuando tenía que ir a hacer las tareas del campo.
Al crecer, estudió técnico en explotaciones agrarias y empezó a trabajar en la cooperativa local, donde se consolidaron y ampliaron enormemente sus conocimientos. Aparte de aprender cómo se hacía el vino, pudo conocer de primera mano los viticultores y su manera de trabajar las viñas que confeccionaban el paisaje de su casa. Se inició en el mundo de la comercialización y exportación en el extranjero y, durante este periodo es cuando conoce a su marido, Rafael De Haan, inglés de madre española que vivía en Barcelona y se dedicaba profesionalmente también a la comercialización del vino. En el 2005 empiezan el camino juntos, creando una empresa de exportación y elaborando marcas propias. El año 2010 deciden volver a casa para recuperar el vínculo familiar, ya que el sentido de pertenencia es algo muy intrínseco en los habitantes de la Terra Alta y elaboran el primer vino, con las viñas del padre de Núria.
🍷 ¿Quién es Anna Serra? La chica del bosque enamorada de la tierra

La exportación creció muy rápidamente, sobre todo en los Estados Unidos y, el año 2016, dan un paso más allá y crean una de las bodegas más importantes de la zona: Herència Altés, inspirado en los chateaus de Francia, rodeados de naturaleza y máximo respeto con el entorno y la biodiversidad. Buscan una finca y encuentran una con vistas inigualable al paraje natural que identifica la Terra Alta: las montañas del Port de Tortosa-Beseit, que separan el mar Mediterráneo y el río Ebro de sus viñas.
La orografía para ellos era perfecta: 50 hectáreas de terreno, 20 de viñas viejas, en medio de márgenes de piedra seca muy bien conservados. Deciden construir una bodega vanguardista, pero que respete al máximo el impacto visual, que preserve el paisaje, autosuficiente, haciendo uso solo de energías renovables y certificado como ecológico. Ahora están en proceso de reconvertir la agricultura hacia regenerativa.

Uno de los vinos insignia de la bodega es La Musaranya, que está elaborado 100% con garnacha blanca, la variedad estrella de la zona. Es un vino que combina la concentración de la viña vieja con el nervio de viñas más jóvenes y que ha tenido crianza en hormigón, para respetar al máximo la fruta, y ofrecer un vino fresco y, a la vez, complejo en aromas y sabores.
Núria es muy consciente que sin la garnacha no son nada, que la viña es la protectora de este entorno y se declara una gran defensora y embajadora del territorio que lo ha visto nacer y crecer. Esperemos que durante muchos años, Núria, nos sigas haciendo llegar a todas las partes del territorio la esencia de esta Terra Alta embotellada que tanto quieres. ¿Queréis conocer a más mujeres del vino? ¡Ya sabéis que cada mes os presentamos una así que seguidnos en La Gourmeteria para no perderos las siguientes!