En junio se cumplirá un año de la inauguración del restaurante Glug en el corazón de l'Esquerra de l'Eixample, concretamente en la esquina de la calle París con Viladomat. En cuanto abrieron el local, intenté reservar mesa esos días a través de su web, pero sin éxito. No ayudaron las buenas críticas que recibió el restaurante en pocos días, que propiciaron un aumento de reservas de la parroquia. Mira tú por dónde, ayer, como quien no quiere la cosa, entré en su web y tenían mesa libre para las ocho de la tarde.
Y así es cómo, sentado en la moto frente al restaurante, echando un cigarro, contemplo tranquilamente cómo los clientes van entrando en el local con una sonrisa de oreja en oreja: la fachada del local es imponente, con unas vidrieras enormes por donde entra la luz de día, con los marcos de color grana, el color corporativo del Glug.
En cuanto entro, confirman la reserva y me sientan en una de las pocas mesas que tienen libres, desde donde veo a los jóvenes cocineros de aquí para allá todo el rato. La majestuosa barra va de punta a punta del local, de hecho, más que una barra parece una mesa enorme dividida en tres partes, para mayor comodidad del personal a la hora de moverse de la cocina a la sala y viceversa.
Glug es el sueño hecho realidad de Beatrice Casella, turinesa de nacimiento, e Ivan Garcia. Ambos han pasado por cocinas de prestigio, como la del Tickets, Hisop, Aürt o Direkte, entre otras. La joven pareja nos ofrecen una cocina catalana con toques italianos o —por qué no decirlo— lo que vendría a ser, según escucho estos días, Nueva Cocina Catalana.
El restaurante Glug es, sin duda, el local de moda en el Eixample, una muy buena opción para comer o cenar con amigos, solos o en pareja y probar su cocina fresca y contundente con influencias catalanas e italianas
El local, de carácter informal, dispone de más de trescientas referencias de vino en botella, pero también ofrecen la posibilidad de tomar una copa de los tiradores que tienen detrás de la barra. Son una serie de grifos que dispensan blanco chardonnay, rosado cariñena, negro Barberà, negro garnacha, espumoso y champán selección Glug y un vermú de nueve meses en bota. Me pido el vino tinto elaborado con garnacha, creo que del Montsant.
Pregunto si puedo tomar medias raciones para probar cuantos más platos mejor, y me lo confirman. Así, empiezo con la rusa con anguila ahumada, un plato fresco y sabroso. No para de entrar gente preguntando si pueden cenar; les explican que tienen el local lleno, obviamente.
Sigo con el tartar de gamba blanca con stracciatella, níspero y, por encima, un aceite hecho con la cabeza de las gambas. Es un plato delicioso que apenas estrenaron la semana pasada.
Pruebo una anchoa con mantequilla de oveja y vacío la copa de vino antes de que me llegue la sopa.
Había oído hablar de la sopa de cebolla que preparan en el Glug y, ciertamente, la he encontrado todavía mejor de lo que esperaba. La acompañan unos raviolis rellenos de queso comté y cebolla en vinagre. Os confieso que no repetí por vergüenza. ¡Madre mía, qué buena estaba!
Sigo con las albóndigas de conejo con salsa de chocolate acompañadas de conejo escabechado con ensalada de hinojo. Un plato contundente que contrasta con la pechuga de codorniz a la brasa con ñoqui relleno de la propia codorniz y judías verdes.
De postre me pido el Petit Glug, que consiste en una especie de galleta rellena de queso de cabra con mermelada de frambuesas.
El restaurante Glug es, sin duda, el local de moda en el Eixample, una muy buena opción para comer o cenar con amigos, solos o en pareja y probar su cocina fresca y contundente con influencias catalanas e italianas, según explican Beatrice e Ivan. Su barra informal permite discutir la jugada con el chef en un ambiente distendido, con una copa de vino y buena música que tú mismo escoges en el jukebox, si te apetece.