Para tomar un buen desayuno de tenedor no existen las distancias largas. No importa hacer horas de carretera para probar esa tripa gloriosa, unas albóndigas únicas o unos buenos huevos de granja con chanquete. Prueba de ello es que hoy me acerco a L'Hospitalet, no para visitar a la familia y no por falta de ganas —motivo por el cual me cae una bronca importante—, sino para desayunar en uno de los templos de la ciudad que hacía tiempo que tenía ganas de visitar. Hablo del bar Alarcón, situado en la calle Roca i Umbert, junto a la parada de metro Avinguda Carrilet, por lo tanto, no tenéis ninguna excusa para no acercaros cuando os apetezca.

equipo de cocina
María José y Núria en la cocina del bar Alarcón / Foto: Víctor Antich

Son las diez y pico de la mañana, un poco tarde para desayunar y, como es normal, el local está medio vacío, pero con una actividad frenética tanto en el comedor —montando mesas, esperando el alud de mediodía— como en la cocina —afinando los últimos detalles, con ollas y cazuelas haciendo chup chup—. Me siento frente a la puerta de entrada, desde donde veo la maravillosa terraza, llena de abuelos tomando carajillos y fumando caliqueños bajo el sol.

Para tomar un buen desayuno de tenedor no existen las distancias largas; no importa hacer horas de carretera para probar esa tripa gloriosa, unas albóndigas únicas o unos buenos huevos de granja con chanquete

Mientras me ventilo un plato de callos de ternera que están para llorar de alegría, María José, propietaria del local, me cuenta que el bar Alarcón lo abrió su padre en el año 1969. Nacida en Barcelona, la familia vivía hace años en la calle Taquígraf Serra de Barcelona, antes de que su padre alquilara el local en L'Hospitalet; como consecuencia, se trasladaron todos a vivir allí, muy cerca del bar. Con los años, sus hermanas, primero, y ella, más tarde, empezaron a ayudar al señor Alarcón, hasta que tomaron el relevo. Ahora, no obstante, es ella quien está al frente del negocio, después de haberse jubilado sus hermanas. Está contenta de cómo van las cosas, después de haber picado piedra durante muchos años.

callos
Tripa de ternera. Bar Alarcón / Foto: Víctor Antich

La clientela en el bar Alarcón varía según la hora y el día. Al mediodía, suelen tener gente del barrio que vive cerca o trabaja por aquí, y los sábados, para los desayunos de tenedor, llenan el bar con clientela que acude expresamente de otros sitios para probar su cocina. Es el caso, por ejemplo, del grupo de motards al que pertenecen María José y su pareja, que lo visitan asiduamente. A los turistas, por cierto, ni se les ve ni se les espera.
Curiosamente, cuando he llegado, me han dejado tres cartas de desayuno para escoger, las tres con muy buena pinta. La primera, únicamente con huevos, con chanquete, con chipirones, chistorra, con pulpo con alubias o con bacalao; la segunda, en la que sale la sepia con gambas, la oreja de cerdo o las manitas de cerdo, que son los platos que preparan para comer a cualquier hora, y la tercera, con platos que únicamente cocinan a la hora del desayuno, como la tripa, el capipota o el bacalao —entre otras delicadezas—, y en época de caza, también ofrecen un buen civet de jabalí o ciervo.

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Pizarra en el bar Alarcón / Foto: Víctor Antich

Al mediodía, como he dicho, cocinan un menú del día imbatible al precio de 14 euros. Hoy, por ejemplo, veo en la pizarra, que tienen para escoger entre el gazpacho, alcachofas salteadas, ensalada, habas con chipirones o pasta a la puttanesca de primero, y de segundo, merluza, salchichas, pollo y bistec; pero no os lo perdáis, incluye pan, bebida, café y postres.

comedor
Bar Alarcón / Foto: Víctor Antich

A medio plato de tripa, me saluda Jordi Ors —debo decir que no lo he visto venir—, más conocido como Kuko en las redes. Es un verdadero especialista de los desayunos de tenedor, muy querido por la parroquia desayunadora, que sigue fielmente sus recomendaciones. Sin embargo, ni a él ni a ninguno de sus amigos se les escapa un local que realmente valga la pena, ni uno solo. Conocen todos los grandes templos y los visitan a menudo. —Joder, Jordi, ¿de dónde sales? —yo estaba solo en el comedor, puesto que eran casi las once. —Siempre estoy en el sitio más discreto —y era cierto, estaba en un comedor interior más escondido y no lo he visto hasta que ha salido. Me confiesa que ha desayunado unas costillitas de cabrito muy buenas y me enseña un lamparón en la camiseta. Comentamos que es la señal de que ha sido un buen desayuno, y nos reímos.