Es el eterno debate gastronómico. Aquella conversación que siempre aparece cuando menos te lo esperas. A la cena de Navidad, a la hora de comer con los compañeros de trabajo o mientras miras un partido de fútbol en la televisión. Y siempre hay partidarios de un lado y del otro. La cuestión es: ¿son dos bandos equilibrados al 50-50? Hablamos de si la tortilla de patatas tiene que llevar cebolla o no. Esta semana el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) ha publicado una encuesta en que pone punto final al dilema inmortal. Y los datos son muy contundentes.

¿Tortilla con cebolla o sin? El fin de un debate inmortal

Y tan demoledoras como el hecho de que tres de cada cuatro españoles se decantan claramente por la versión de la tortilla de patatas con cebolla, según los últimos datos publicados por el CIS. Una preferencia tan decisiva que deja poco margen al debate, ya que se trata de un porcentaje muy elevado —el 75% de los encuestados— que evidencia hasta qué punto este detalle gastronómico despierta pasiones. Solo una cuarta parte de la población se mantiene fiel a la versión sin cebolla, una cifra lo bastante significativa, pero que no consigue competir con la fuerza del bando a favor de la hortaliza.

Consejo Ada Parellada tortilla de patatas / Foto: Raquel Sánchez
La tortilla de patatas de l'Ada Parellada / Foto: Raquel Sánchez

Más allá de la presencia o ausencia de la cebolla, la encuesta del CIS también pone sobre la mesa otra cuestión igualmente polémica: el punto de cocción. Y aquí las respuestas se abren más en el abanico de gustos. El 53,3% de los participantes reconocen que les gusta la tortilla “poco hecha”, es decir, jugosa, con el huevo ligeramente crudo y una textura que divide a los comensales entre entusiastas y detractores. Es la versión más juguetona, la que a menudo genera comentarios de “si está cruda o no” a las sobremesas familiares.

El punto de cocción de la tortilla: el nuevo dilema

Otro 28,9% se inclina por el polo opuesto: quieren la tortilla bien cuajada, sin rastro de líquido y con la consistencia firme. Esta opción conecta con aquellos que asocian la tortilla en un plato más consistente, más fácil de comer en sándwich o de cortar a trozos sin sustos. Entre un extremo y el otro, un 15,5% de los encuestados se define como “equilibrado”: ni cruda ni pasada, sino al punto justo, buscando la armonía entre jugoso y compacto.

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La jugosa tortilla de patatas del Bar el Pollo / Foto: La Gourmeteria

Estos datos muestran que, a pesar de la unanimidad casi absoluta sobre la cebolla, en la cuestión de la cocción las posiciones se fragmentan y revelan una diversidad de sensibilidades. Es significativo que más de la mitad prefiera la versión melosa, una elección que rompe con la idea tradicional que el plato tenía que ser sólido y resistente. Podríamos leerlo como un cambio generacional: una apertura hacia texturas más arriesgadas, más próximas a las tendencias de la alta cocina, donde el huevo casi crudo ha ganado prestigio.

Un plato que trasciende todo tipo de debate

Sin embargo, la importancia de la tortilla de patatas va mucho más allá de la mesa. Es un símbolo cultural, una receta que se discute como si fuera fútbol o política. La encuesta del CIS no hace sino poner números a un debate de bar y de cocina doméstica que probablemente no se acabará nunca. La mayoría seguirá defendiendo con orgullo que “la tortilla tiene que llevar cebolla” y otra parte, más reducida, pero igual de convencida, reivindicará que la pureza es la clave. Con respecto al punto de cocción, parece que el futuro se inclina hacia el lado menos hecho, pero el consenso todavía está lejos.