La tortilla francesa, ese plato simple y socorrido que muchos preparan en cuestión de minutos con solo huevos, sal y un poco de aceite, guarda en su nombre una de las grandes curiosidades lingüísticas y gastronómicas de nuestra cocina. Porque, aunque parezca mentira, no es un plato que provenga de Francia ni tenga un origen francés en sí. Entonces, ¿por qué la llamamos así? La explicación tiene más que ver con la historia, las guerras y las costumbres populares que con la gastronomía en sí, y es el resultado de un malentendido, o una simplificación, que se ha perpetuado durante generaciones.
¿Por qué la llamamos tortilla francesa si no es de Francia?
Durante la Guerra de la Independencia Española (1808-1814), cuando las tropas napoleónicas invadieron el país, muchas regiones sufrieron una profunda escasez de alimentos. Productos básicos como las patatas comenzaron a escasear por culpa del conflicto, el bloqueo de caminos y la apropiación de víveres por parte de los soldados. Hasta ese momento, la tortilla de patatas ya era una receta extendida en muchas zonas rurales, pero la falta de tubérculos llevó a que se empezaran a preparar tortillas “a secas”, es decir, simplemente con huevos batidos, cocinados en la sartén con un poco de grasa o aceite. Una preparación sencilla, rápida y que seguía alimentando sin demasiados recursos.

A este nuevo plato, más pobre en ingredientes pero igualmente sabroso, la gente comenzó a llamarlo “tortilla a la francesa”, no porque viniera de Francia, sino en tono irónico o burlesco, como una forma de referirse al resultado de las penurias que la guerra con los franceses había traído. Era, en cierto modo, una forma de decir: “esto es lo que comemos por culpa de los franceses”. Con el tiempo, ese apelativo se consolidó, perdiendo su tono irónico original, hasta convertirse en el nombre oficial del plato que todos conocemos hoy como tortilla francesa.

En Francia, por cierto, a esta preparación se le llama simplemente “omelette”, y no contiene referencias a España ni a ningún otro país. De hecho, su versión francesa suele ser más delicada, poco cuajada y, en muchas ocasiones, enriquecida con hierbas, quesos o incluso trufa. Lo que en España se convirtió en un plato de emergencia con nombre extranjero, en Francia evolucionó como un símbolo de técnica y refinamiento culinario.
En España se convirtió en un plato de emergencia
Cada vez que cocinamos una tortilla francesa, estamos recordando sin saberlo una página de nuestra historia reciente. Una receta sencilla que esconde un contexto bélico, una ironía popular y una herencia lingüística que ha sobrevivido al paso del tiempo. Un error histórico, sí, pero también un delicioso recordatorio de cómo la cocina puede conservar en sus nombres las huellas del pasado.
Este artículo ha sido elaborado con la ayuda de ChatGPT y supervisado por un periodista de Elnacional.cat.