El Vaticano no solo es sinónimo de fe, arte y poder, también lo es de tradición culinaria, aunque esta dimensión sea mucho menos conocida. Más allá de sus cúpulas majestuosas, frescos centenarios y rituales solemnes, hay una historia dulce que ha perdurado a lo largo de los siglos. En los pasillos, monasterios y casas religiosas que rodean la Basílica de San Pedro, se esconde un legado repostero que ha acompañado a generaciones de fieles, cardenales y papas. Uno de los secretos más entrañables del Vaticano es un postre que ha trascendido el tiempo y las jerarquías: la crostata de ricotta, un pastel de origen humilde, pero con una historia tan rica como su sabor. Este dulce, de apariencia sencilla, con una base crujiente y un relleno suave y delicado de queso ricotta, no solo es habitual en las cocinas del Vaticano, sino que también es un símbolo de la historia multicultural y religiosa que ha marcado la vida de Roma.

El postre histórico del Vaticano

Aunque sus raíces están en Sicilia, fue en el gueto judío de Roma donde este pastel encontró su hogar definitivo. Allí, pasteleros locales comenzaron a experimentar con la receta original, incorporando ingredientes como cacao, anisetta o cerezas silvestres, y dándole ese carácter inconfundible que hoy conquista tanto a fieles como a turistas. La crostata que se prepara dentro de los muros vaticanos se ha mantenido fiel a la versión más clásica, esa que combina la suavidad de la ricotta con el toque ácido de las guindas silvestres.

Combina el dulzor de la ricotta con el ácido de las frutas silvestres / Foto: Unsplash

De hecho, una de las versiones más queridas, la crostata di ricotta e visciole, tiene su origen en una curiosa estrategia de supervivencia cultural. En el siglo XVI, un decreto papal prohibía a los judíos vender productos lácteos, así que los pasteleros del gueto idearon una forma de ocultar el queso dulce bajo una capa oscura de masa. Así lograron seguir preparando su postre favorito sin romper la ley.

Este postre constituye un símbolo de supervivencia cultural

Este legado ha sobrevivido gracias a lugares como Il Boccione, la panadería kosher más antigua del gueto romano, abierta desde 1815 y gestionada por la misma familia desde su fundación. Su receta, custodiada con celo, sigue endulzando a locales y visitantes. Incluso el papa Francisco dejó claro que el sabor también tenía un lugar importante en su vida.

El pueblo judío fue el que comenzó esta tradición / Foto: Unsplash

En The Vatican Cookbook, un libro que recoge las recetas preferidas de los pontífices, encontramos no solo crostata, sino también referencias a los alfajores y el dulce de leche que conectan al último Papa con su infancia en Argentina. Así, la historia de este pastel no es solo una cuestión de tradición, sino también de identidad y resistencia, envuelta en capas de masa, queso y memoria.