Cuando se escuchan declaraciones como las realizadas por la secretaria general de Podemos asegurando que con las competencias de inmigración los Mossos d'Esquadra harían redadas racistas, uno puede comprender, fácilmente dos cosas: por qué el movimiento del 15-M y los efectos de su apuesta por una democracia más participativa y alejada del bipartidismo PP-PSOE desaparecieron tan rápidamente; y, en segundo lugar, su hundimiento electoral como consecuencia de un desconocimiento tan profundo de una sociedad como la catalana. Ione Belarra, psicóloga y diputada por Madrid, ministra de Pedro Sánchez entre los años 2021 y 2023, debería a estas horas haber pedido ya disculpas para que no fuera tan evidente su ignorancia sobre la policía autonómica catalana. Pero, igual, su problema no son los Mossos sino los apriorismos con Catalunya, ese supremacismo español que les acerca tanto al otro extremo ideológico de Podemos cuando de lo que se trata es de denigrar todo lo catalán.
Hay, además, una actitud propia de la izquierda caviar. Aunque ya lo han hecho otros, creo que hay que recordarlo: Belarra era ministra de Derechos Sociales cuando el 24 de junio de 2022 fallecieron al menos 37 personas, desaparecieron 70 y alrededor de 470 fueron devueltas sumariamente a Marruecos, tras el uso desproporcionado de la fuerza y la violenta represión ejercida, tanto por las fuerzas de seguridad marroquíes como españolas en la frontera de Melilla, el incidente más mortífero de esta naturaleza jamás registrado allí. No dimitió del cargo, ni se sintió interpelada por aquella masacre; debió ser por aquello de la solidaridad ministerial con el titular de Interior de la época y de ahora, Fernando Grande-Marlaska. El origen de la polémica sobre los Mossos viene de su furibunda reacción al acuerdo entre Junts per Catalunya y el PSOE sobre inmigración. En opinión de Belarra, Puigdemont solo quiere el traspaso de competencias a Catalunya en esta materia para llevar a cabo políticas racistas y competir con Aliança Catalana. El secretario general de Podemos, Pablo Fernández, ha echado más leña al fuego al proclamar que no hay nada que se parezca más a un racista de Vox que un racista de Junts.
Belarra, siendo ministra de Pedro Sánchez, no dimitió del cargo ni se sintió interpelada por la masacre de inmigrantes en Melilla
Sorprende que, una y otra vez, esa izquierda encuentre en Catalunya la manera de focalizar su acción política y que los temas de debate escogidos sean de tanto consenso como los Mossos. Parecería que Pablo Iglesias algo habría tenido que aprender, aunque Belarra o Pablo Echenique no se lo pongan precisamente fácil. La manera como se enzarzó en la red X con Oriol Junqueras cuando el líder de ERC le recordó que esos dos dirigentes de Podemos dicen ahora cosas que antes afirmaban Albert Ribera o Inés Arrimadas, demuestra que los morados quieren vivir de rentas. De un pasado en que sí fueron a visitarlo a la prisión de Lledoners (octubre de 2018), igual que viajó Iglesias cuando era vicepresidente del Gobierno hasta Waterloo a ver a Carles Puigdemont, en varias ocasiones, como reveló Jaume Asens en un libro, en el que también explicó que Iglesias y Puigdemont compartían con él y Toni Comín un grupo de Telegram que, supongo, ya deben haber eliminado.
Dice Junqueras recordando aquella visita a Lledoners que las cosas cambian, a veces a mejor y a veces a peor. Con un dardo final: "Que empecéis a sonar como Ciudadanos me parece un cambio a peor". Espero que, durante un tiempo, los elogios a Podemos desde la tribuna de oradores del Congreso por parte de Esquerra desaparezcan y se le dispute el espacio político que, seguro, es lo que Junqueras necesita para consolidar el ligero crecimiento que le daba a su partido la encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la semana pasada. ¿No será que en toda esa actitud de la formación morada hay sobre todo un interés por hacer inviable que la mayoría de investidura de Pedro Sánchez pueda ponerse de acuerdo en algo e Iglesias haya dado un paso decidido hacia el adelanto electoral? Sería legítimo que así fuera, ya que cogería con el paso cambiado a Sumar y la vicepresidenta Yolanda Díaz y, en todo caso, ya veríamos cuál es la valoración que harían los electores de izquierda. Pero para ello, no necesita meter a los Mossos en la refriega política ni impedir que Catalunya, ahora con un gobierno del PSC y un presidente del mismo espacio político, Salvador Illa, pueda gestionar las competencias de inmigración.