Comer en una terraza, disfrutando del sol de otoño y del aire libre es un placer al que es complicado resistirse. Y no hace falta que sea la terraza de moda, un pícnic en el campo o simplemente en una estancia luminosa por la que se cuela el sol ya ayuda a que la sensación de bienestar crezca como la espuma. Y no es exagerar, en esos momentos la comida nos sabe más rica, el cuerpo se relaja y el buen humor se abre hueco por muy gris que tengas el pensamiento ese día.
La razón por la que si comes al sol controlas mejor tus picos de glucosa
No es solo una percepción o algo subjetivo, está demostrado que comer bajo la luz natural tiene beneficios reales para tu salud, más allá del buen humor o las fotos bonitas. Y así nos lo recuerda el divulgador de bienestar Xevi Verdaguer en uno de sus últimos posts: el entorno en el que comemos influye directamente en la forma en que nuestro cuerpo gestiona la glucosa.
Hasta ahora, sabíamos que el sol ayuda a producir vitamina D, mejora el ánimo y regula los ritmos del sueño. Lo que no sabíamos es que también puede ayudarnos a procesar mejor lo que comemos. “Comer bajo la luz natural, ya sea al aire libre o junto a una ventana abierta, ayuda a tu cuerpo a gestionar mejor la glucosa, evitando picos altos que dificultan la pérdida de peso”, explica Xevi Verdaguer. Y no se refiere a lo que hay en el plato, sino a cómo reacciona nuestro cuerpo a ese entorno. Comer al sol no solo mejora la experiencia sensorial, también puede mejorar el metabolismo.
Así lo explica la ciencia
La clave está en la activación de las mitocondrias, esas pequeñas estructuras celulares responsables de generar energía. La luz solar, especialmente la luz roja e infrarroja, estimula su funcionamiento. Y cuando nuestras mitocondrias están más activas, el cuerpo produce más energía y utiliza más glucosa en sangre, lo que reduce los picos de azúcar después de comer.
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En otras palabras: una comida frente a una ventana soleada no solo sienta mejor, también “funciona” mejor en tu organismo. Este tipo de exposición a la luz natural se ha relacionado con: mejor control glucémico; reducción de la ansiedad; mayor saciedad tras las comidas; estabilidad en el peso corporal. “Come al aire libre o deja que la luz roja e infrarroja entre en tu casa. Tu cuerpo lo notará”, insiste Verdaguer en uno de sus últimos posts, que ya acumula miles de compartidos y no es para menos, ya que, por una vez, algo placentero también es saludable.

No hace falta mudarse al campo ni convertir el balcón en comedor permanente. Basta con algunos gestos simples para aprovechar los beneficios de la luz natural: mueve la mesa más cerca de la ventana o abre bien las cortinas a la hora de comer; si hace buen tiempo, sal a la terraza o a un parque con un fiambre y disfruta; intenta evitar las comidas principales bajo luz artificial intensa o en espacios cerrados sin ventilación. Además del impacto metabólico, este pequeño hábito tiene un efecto emocional evidente: te conecta con el presente, reduce el estrés y transforma la comida en un momento más consciente y placentero.