Hace diez años que el antropólogo Gustau Nerín ganó el Premio Carles Rahola de ensayo con la obra Traficants d'ànimes. Els negrers espanyols a l'Àfrica (Pòrtic, 2015), un estudio clave para conocer la implicación española y catalana en una de las actividades económicas más inmorales de la historia. Aunque actualmente está centrado en otros ámbitos de investigación, su voz sigue siendo una autoridad en lo que se refiere a la historia de la esclavitud y sus consecuencias. En esta entrevista, Nerín repasa una diversidad de debates que siguen abiertos sobre este truculento capítulo de nuestra historia. El estudioso explica que en la actualidad varios investigadores en Catalunya avanzan en trabajos muy serios que permitirán, en 10 años, conocer mucho más -y sobre bases objetivas- en torno al impacto que el negocio de los negreros tuvo en el bienestar y progreso de nuestro país. La entrevista con ElNacional.cat se hace en un momento de efervescencia de nuevas publicaciones (tanto en Catalunya como en EEUU) y exposiciones ("La infamia" en el Museo Marítimo de Barcelona) que profundizan en este episodio del pasado cuyo recuerdo provoca dolor de estómago.

¿Cómo llegaste a la inmersión en la historia del tráfico de esclavos?
La mayoría llega por la historia de Cuba y yo, en cambio, por Guinea Ecuatorial. Haciendo un estudio descubrí que en 1840 había dos menorquines instalados haciendo tráfico de esclavos. Estirando el hilo encontré más españoles residiendo en África dedicándose a lo mismo, más de los que esperaba: hasta sesenta factorías de esclavos fundadas por españoles localizadas y decidí hacer una investigación profunda.

No todos los que se beneficiaron de los esclavos eran negreros...
Los que estaban en Cuba aprovechando a los esclavos en sus plantaciones hacían un buen negocio. En el siglo XIX el azúcar daba mucho dinero y en la isla estaba la llamada sacarocràcia. También muchos hacían negocio, entonces legal, con el transporte de esclavos desde África hasta América. Uno de estos era un concejal del Ayuntamiento de Barcelona, Jaume Tintó.

¿Se podría hacer en Barcelona un itinerario centrado en la relación de la ciudad con el tráfico de esclavos?
Barcelona tenía unos vínculos muy grandes con el tráfico de esclavos. Es una cartografía muy llena. Tenemos en todo el centro de la ciudad una treintena de lugares con vinculación con el tráfico de esclavos. La sede del Ateneu Barcelonès es un edificio reformado como residencia de un famoso traficante de esclavos de Moià, Jaume Torrents. Algunos de los edificios más significativos de las Ramblas son fundados por gente que tuvo relación con el tráfico. La compañía de Tabacos de Filipinas, el Palau Moja, donde vivía Antonio López, el Palau Marc donde está la Conselleria de Cultura, fue creado por Tomàs Ribalta. 

Entrevista Gustau Nerín / Foto: Carlos Baglietto

Una relación pues que no es anecdótica. ¿Podemos decir que no se puede desvincular el progreso de la ciudad de este tráfico?
Con las investigaciones hechas hasta ahora no podemos llegar a tenerlo tan determinado. Primero porque la gente que se dedicaba al tráfico, como era ilegal, diversificaba mucho los riesgos. Y después, cuando habían ganado dinero, pasaban a otra actividad y se dedicaban a sectores limpios. Es muy difícil determinar hasta qué punto alguien ha hecho la fortuna con el tráfico de esclavos o no, o qué porcentaje de la riqueza procede de una cosa o de otra. Sí que sabemos que fue el motor de la riqueza de algunos individuos que se hicieron muy ricos, familias muy poderosas de Barcelona. Por ejemplo, la familia Vidal-Ribas. Tenemos una parada de metro que se llama Can Vidalet, que viene justamente de los terrenos de los Vidal-Ribas. Se dedicaron intensamente al tráfico de esclavos en los últimos compases de los años 1850.

 

 

¿Hace falta castigarlos y revisar el nomenclátor de Barcelona?
No soy partidario de hacerlo desaparecer. No estaría mal recordar y poner de relieve los nombres de los esclavos de barcos que aparecen en inventarios. Eso lo pondría todo mucho más en evidencia que borrando sencillamente el recuerdo de aquel individuo. Es obvio que este señor no tiene la ejemplaridad que tendría que tener para tener un homenaje público, pero en el fondo, si lo que queremos es hacer una historia de nuestra ciudad, tenemos que pensar que nuestra memoria no solo puede ser la memoria de lo que nosotros hemos vivido. Tenemos que ir más lejos. Nuestra memoria tiene que ser lo que nosotros hemos vivido, pero también lo que hemos hecho vivir a los otros. La gente de aquí no podía prácticamente ni percibir que estaba haciendo el daño en otros lados. Alguien tenía una vida muy cómoda y estaba condenando a la gente a la muerte, a la esclavitud. Buena parte de esta gente que ganó fortunas con el tráfico nunca utilizaron un látigo. Sencillamente iban al notario, firmaban una escritura, participaban en un barco y después recibían los beneficios.

Algunas fuentes sostienen que el tráfico de esclavos era incluso justificado por la intelectualidad europea. ¿Lo crees también?
Normalmente no era tanto así. En el siglo XIX la mayoría de gente era perfectamente consciente de que la esclavitud era una monstruosidad. La otra cosa es que se justificara por Cuba. Encontramos a muy poca gente que en el siglo XIX haga una defensa abierta de la esclavitud. Normalmente los argumentos para mantenerlo eran prácticamente pragmáticos.

¿El tráfico de esclavos es la base del desarrollo del capitalismo global?
Esta ha sido la teoría clásica que viene del marxismo, de la acumulación primaria de capital surgida de la esclavitud. Actualmente también hay gente que lo discute. Hay quien considera que el capitalismo se puede poner en marcha incluso de forma más acelerada con las iniciativas de pequeña economía a través de trabajadores pagados. No se ponen mucho de acuerdo los historiadores económicos sobre estos aspectos, pero lo que es cierto es que a día de hoy todavía hay familias que siguen teniendo una riqueza y una posición social derivada del tráfico de esclavos. De la misma forma es una evidencia que un siglo después tenemos familias, sociedades enteras, que sufren todavía las consecuencias del tráfico.

Entrevista Gustau Nerín / Foto: Carlos Baglietto

Por lo tanto, tenemos un problema de conciencia de lo que ha supuesto el tráfico...
Tenemos un problema importante, que es que en la Catalunya del siglo XIX, los negreros nunca fueron derrotados por la sociedad catalana. Ante sociedades como la inglesa o la brasileña, donde los sectores abolicionistas fueron muy potentes y fueron capaces de forzar que se acabara el tráfico de esclavos con una presión interna, el tráfico de esclavos en España no se acabó de una forma consensuada o presionada por la opinión pública. En España, por ejemplo, no hay ningún documento que establezca el fin de la esclavitud. Tenemos el fin de la esclavitud en Cuba, pero no hay un documento que nos diga que a partir de hoy no se pueden tener esclavos en España. Eso es una anomalía absoluta. Se acaba el tráfico de esclavos porque hay una persecución internacional, porque ya el mercado no da, pero en realidad no hay un parlamento que presione para decir que eso se tiene que acabar como pasa en otros países, es un escándalo. Los negreros no fueron derrotados nunca, y su herencia seguirá impoluta, es decir, se acabará el tráfico de esclavos, ellos olvidarán el tema, intentarán enterrarlo, no enseñarán sus papeles. Y a partir de aquí intentarán limpiar su papel pasándose a otros negocios, como el negocio bancario, etc.

 

 

¿La participación en el tráfico de esclavos más notable en el estado español es la de los catalanes?
Los catalanes tienen una participación importante, que nadie ha cifrado exactamente, pero que podríamos situar en torno al 20-25%. Es decir, una participación importante, pero que responde al hecho que normalmente los que se dedican al tráfico de esclavos son la gente de las poblaciones costeras, con experiencia en navegación. Por otra parte, no es un negocio catalán porque muchos barcos que trafican con los esclavos tienen participación mezclada de gente de Catalunya, de Cádiz, de Cantabria, y en cualquier caso es un negocio que tiene una colaboración indispensable, que es la del estado español. No se puede entender que entren más de 600.000 esclavos ilegalmente en Cuba en un periodo de 40 años, si no es con una colaboración del Estado y de las autoridades locales.

¿Es esta la cifra?
Sí, 600.000 esclavos en periodo ilegal entran en Cuba. Y para hacer todo este tráfico, necesitabas que las autoridades fueran cómplices. Y lo eran, es decir, las autoridades españolas tenían instrucciones del Gobierno de, por ejemplo, no hacer censos de esclavos. En teoría los esclavos que llegan después del 1820 tendrían que ser liberados. Por lo tanto, la mejor forma que estos esclavos no puedan reclamar su libertad es no tener censos. Siempre puedes hacer ver que son hijos de otros esclavos. Todas estas maniobras de complicidad oficial están perfectamente documentadas. A los barcos de Marina Española que iban a África les daban instrucciones de colaborar con los negreros y no capturarlos.

La historia del tráfico de esclavos también es una historia de crueldad. ¿Cuáles son las muestras máximas de crueldad que a ti, investigando, te han sorprendido más?
A mí me ha sorprendido mucho una cosa que claro está, evidentemente, los traficantes de esclavos no eran voluntariamente crueles. Ellos lo que querían era sacar el máximo rendimiento de los esclavos y, por lo tanto, les preocupaba que llegaran vivos. Y paradójicamente ellos traían a una serie de expertos para cuidarlos, tenían medicamentos, llevaban instrumentos musicales para que durante la travesía, que era durísima, los esclavos no se deprimieran. Había esclavos que dejaban de comer para morir de inanición, una enfermedad que se llama banzo. Se niegan a comer y entonces les ponen como una especie de embudo para obligarles a engullir comida, porque se niegan sistemáticamente. Es una de las cosas que me chocó muchísimo. Ya tenían una mortalidad elevada antes de salir de África porque entraban en contacto con enfermedades europeas, porque ya llevaban una travesía de kilómetros desde dentro de África o porque algunos venían heridos de combates. Los muertos no los enterraban, sencillamente los tiraban detrás de las chozas. Y un explorador que pasó por esas chozas explica que hacía mucho hedor de cadáver. Que olías la peste de los muertos desde el sitio donde estaban los vivos porque sencillamente los tiraban en el bosque y no se preocupaban de enterrarlos.

Entrevista Gustau Nerín / Foto: Carlos Baglietto

Hace diez años que publicaste Traficants d'ànimes. ¿Seguirás sacando libros sobre la cuestión?
Escribí eso, entre otras cosas, porque estuve en una temporada de lo que podía hacer investigación directamente y estuve trabajándolo. Creo que es un tema que ahora tiene gente que está haciendo investigaciones muy buenas. Yo creo que lo que sabemos hoy sobre este tema no es nada comparado con lo que sabremos en 10 años. Del tráfico de esclavos durante mucho tiempo no se supo nada y actualmente hay mucha gente que está trabajando muy bien y yo creo que de aquí a 10 años sabremos muchísimas más cosas. En estos momentos este tema lo estoy aparcando y me estoy dedicando a otros temas completamente diferentes.

Sabremos en 10 años muchísimas más cosas, ¿qué tipo de cosas y qué cosas nos pueden sorprender?
Básicamente, una cosa que es clara, que es la que antes comentábamos. ¿Qué peso tuvo la esclavitud con la creación de la industrialización catalana? Y eso no lo podremos saber hasta que no haya estudios de historia económica contable sobre qué beneficios generó el tráfico de esclavos y cómo volvieron a Catalunya y en qué nivel unas fortunas se crearon o tuvieron apoyo con eso o no. Eso de aquí 10 años lo tendremos muy claro. Creo que es la gran pregunta sobre el tráfico de esclavos: ¿hasta qué punto nuestra modernidad es heredada o no del tráfico de esclavos? Lo que no quita, que sí, que es una cosa absolutamente inmoral.

Por lo tanto, tendrá que llegar un momento que, por ejemplo, en las escuelas, en los libros de historia, este tema se explique de una manera...
Hay una cosa que es absolutamente delirante. Cuando miramos los libros de texto españoles la mayoría tienen dos capítulos que hablan del imperialismo, el colonialismo y tal. Parece que sea una cosa completamente diferente España y América del imperialismo y el colonialismo de los franceses y de los ingleses, los cuales se trabaja en otro texto. Prácticamente no se menciona el tráfico de esclavos y la visión que se da del colonialismo en América sigue siendo tremendamente benevolente. Y en cambio, cuando se habla de América, de los ingleses, de los franceses... aquí sí la versión y la visión ya es mucho más negativa y sí que hay alguna mención a la explotación de la mano de obra. Pero creo que falta mucho una revisión crítica de cuál ha sido el papel de nuestra sociedad en la historia con respecto a este tema.

 

 

¿Cuáles son para ti las consecuencias que todavía sufren las sociedades que fueron víctimas del esclavismo?
Pondré un ejemplo que es durísimo. El primer país que consiguió librarse de la esclavitud para mí fue Haiti. Los esclavos de Saint-Domingue, que se decía en la época que era la colonia más rica de Francia, se negaron a seguir produciendo azúcar como esclavos, se sublevaron y proclamaron un país independiente, que a partir de entonces se denominaría Haití. Para ser reconocidos internacionalmente, les obligaron a pagar una indemnización millonaria en Francia para que indemnizara a los propietarios de esclavos. Haití se pasó un siglo pagando las indemnizaciones por los propietarios de esclavos. Y eso tiene mucho que ver con que Haití sea el país más pobre de América Latina. Y eso tiene mucho que ver con que Haití hoy en día sea un estado absolutamente ingobernable, donde la gente no puede salir a la calle sin que las bandas puedan matar, puedan violar y puedan robar. Haití es la plasmación de la injusticia no solo del tráfico de esclavos, sino de la gestión posterior del tráfico de esclavos. Haití no solo fue machado por el tráfico de esclavos, sino que después, encima, fue condenado a pagar indemnizaciones a los esclavistas durante prácticamente un siglo, que empobrecieron tremendamente este estado.  Y eso es una cosa absolutamente imperdonable y las consecuencias siguen vivas hasta hoy.

 

 

La reparación pues parece imposible...
No soy nada partidario de las reparaciones. Para mí las reparaciones es pensar que el capitalismo es un sistema que funciona bien y que lo único que hace falta es volver al punto donde todo el mundo sería igual. Creo que el sistema internacional es profundamente injusto. A mí lo que me preocupa no es que alguien sea pobre porque su abuelo fue esclavo, sino que me preocupa que sea pobre y basta. Creo que nosotros tenemos que ser solidarios por justicia social, no por reparación respecto del pasado. El pasado no se puede reparar, pero podemos construir un futuro mejor y por eso necesitamos un compromiso social no para que los otros hayan sufrido no sé qué año o porque el abuelo o el bisabuelo de no sé quien sufriera mucho. Me sabe muy mal, pero eso es irreparable. Creo que lo que tenemos que construir es una sociedad más justa desde el principio, que todo el mundo tiene derecho no para reparar el pasado sino simplemente porque es un derecho como persona que todo el mundo tiene a vivir en dignidad.

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