Recuerdo haber visto hace varios años un interesante reportaje de la BBC sobre la realidad paralela y cómo logra que dos personas vean algo distinto en la misma pantalla. En este caso, la respuesta estaba en una novedad tecnológica que consigue que ciertas experiencias sean más personalizadas. Evidentemente, los usos potenciales de esta tecnología son muchos y aunque suene a ciencia ficción, ya existe. Realmente me impresionó en primera instancia y despertó mi interés, algo que suele ser normal cuando uno se adentra en un territorio desconocido y ese lo era de principio a fin.

Me ha venido a la memoria aquella realidad paralela escuchando y analizando este inicio de curso en el que casi nada es como se insiste en predicar en la información, y a través del relato o de la propaganda se genera una realidad paralela. Vamos a ver qué acaba sucediendo este próximo miércoles con la reducción de la jornada laboral, el proyecto estrella de la vicepresidenta Yolanda Díaz que finalmente lleva al Congreso de los Diputados para que sea votado y sobre el que pesan tres enmiendas a la totalidad, una del PP, otra de Vox y una tercera de Junts. Es una votación clave por varias razones, empezando porque uno u otro resultado marcará el arranque del curso político y permitirá tomar el pulso a una legislatura aparentemente finiquitada para Sánchez a la hora de impulsar proyectos políticos.

Dice la vicepresidenta que está negociando directamente con Puigdemont para intentar sacar adelante su proyecto, aunque prudentemente ha rehusado decir si es optimista al respecto. En las filas del partido que posee los siete escaños claves, esta negociación a fondo la niegan y la rebajan a simples conversaciones. En los sectores económicos afectados, Foment, Pimec o CEOE, dan este tema por cerrado desde antes del verano y descartan que Junts cambie de opinión, ya que las patronales y las medianas y pequeñas empresas son radicalmente contrarias y en este último segmento el partido de Puigdemont tiene un granero de votos importantes.

La cuestión es cómo se convive con esta realidad paralela que, en este caso, no son fake news, sino instalar en el debate público una realidad que no existe

Otro ejemplo: este viernes, durante la inauguración del año judicial, el desembarco del ministerio de Justicia que dirige Félix Bolaños fue, como es normal, muy importante. En los corrillos posteriores era fácil escuchar de la boca de los altos cargos del ministerio un enorme convencimiento de que las reformas judiciales de Bolaños iban a salir adelante, que eso estaba hecho, y que amarrarían los votos imprescindibles de Junts en el Congreso de los Diputados. Mucho me temo que estamos también ante una realidad paralela, porque las discrepancias son abismales y las peticiones que formuló el partido de Puigdemont —como la supresión de la Audiencia Nacional, entre otras— no van a ser atendidas. Además, también preocupa que se rebajen los estándares profesionales de la judicatura.

La cuestión es cómo se convive con esta realidad paralela que, en este caso, no son fake news, sino instalar en el debate público una realidad que no existe. Será, a lo mejor, que esos debates son más agradables que los que tienen que ver con la carpeta judicial del PSOE y de Sánchez, justo en el momento en que va a coger nuevamente un repris de velocidad en muy pocas fechas.