Hay quien dice que la riqueza de una lengua no solo se mide por su literatura, sino también por sus metáforas más terrenales. Y ¿qué hay más terrenal —y universal— que la necesidad de ir al lavabo? El catalán, como cualquier idioma vivo, ha desarrollado todo un repertorio de eufemismos, metáforas y fórmulas cómplices para evitar decirlo con todas las letras. Porque, seamos sinceros, nadie se levanta de una mesa anunciando solemnemente: “Voy al lavabo”. No, mucho mejor vestirlo con un poco de humor, complicidad o creatividad.
Este repertorio de frases sobre ir al baño no es solo una colección de chistes; cada expresión contiene un poco de imaginación y de picardía. Y es que, al fin y al cabo, hablar del lavabo sin decirlo es casi un arte: un juego sutil entre lo que se dice y lo que se entiende, entre lo que hay que ocultar y lo que todos sabemos.
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Clásicos de toda la vida
Uno de los más populares es, sin duda, "Anar a can Felip" ('ir a Can Felip'). Esta frase, de origen incierto (y quizás por ello tan fascinante), se ha convertido en todo un clásico. Tiene ese aire de misterio y elegancia: quien no sepa de qué hablas puede pensar que realmente tienes una cita con alguien llamado Felip. Otra variante más solemne es "Vaig a escriure una carta al rei" ('Voy a escribir una carta al rey'), que juega con la pomposidad de una acción aparentemente noble, cuando en realidad el único trono que vas a visitar es de cerámica.
Versiones logísticas
También encontramos expresiones que parecen sacadas de un manual de oficina. "Vaig a correus a enviar un paquet urgent" ('Voy a correos a enviar un paquete urgente') es tan gráfica que resulta imposible no sonreír: lo dice sin decirlo. Otra de la misma línea es "Vaig a plantar un pi" ('Voy a plantar un pino'), más bucólica, casi de excursión dominguera, aunque el destino real sea bastante menos poético.
Cultura popular y referencias domésticas
Difícil no haber escuchado nunca la frase "Vaig a visitar el senyor Roca" (que también se suele decir en castellano: "Voy a visitar al señor Roca"). Aquí el guiño es transparente: Roca es la marca de sanitarios que durante décadas ha equipado baños en medio mundo. La versión más acuática es "Vaig a fer un riu" ('Voy a hacer un río'), que alude a la variante más líquida de la necesidad.
Con la llegada de la tecnología, algunos eufemismos se han modernizado. "Vaig a enviar un fax" ('Voy a enviar un fax') es un ejemplo delicioso: aunque ya nadie lo haga de verdad, la expresión sobrevive. Y luego está la poética "Vaig a buidar el suc de les olives" ('Voy a vaciar el jugo de las olivas').
Del asfalto a TikTok
El imaginario colectivo nunca se detiene, y en las redes han aparecido nuevas fórmulas. El tiktoker urijimenezzz sugiere la comparación de "Hamilton sortint de boxes" ('Hamilton saliendo de boxes'), una escena de Fórmula 1 trasladada al contexto escatológico que resulta visualmente irresistible.
Otros optan por la sinceridad brutal, sin filtros: "M’estic cagant i no és de por" ('Me estoy cagando y no es de miedo'). Aquí no hay eufemismos, solo un aviso urgente. En cambio, "La tortuga treu el cap" ('La tortuga asoma la cabeza') ofrece una imagen simpática, animal y, digamos, bastante gráfica.
El arte de disimular
También hay fórmulas más suaves, casi poéticas. "Vaig a canviar l’aigua al canari" ('Voy a cambiarle el agua al canario') es una de las más finas. O "Vaig a fer un ninot" ('Voy a hacer un muñeco'), más infantil, pero igualmente clara. Hay quien lo disfraza de trámite burocrático: "Vaig a firmar uns papers" ('Voy a firmar unos papeles'), como si el váter fuera una oficina, o "Vaig a fer una entrega" ('Voy a hacer una entrega').
Otras excusas beben de lo cotidiano: "Haig de fer una trucada" ('Tengo que hacer una llamada') sirve para desaparecer discretamente. Y la cultura pop no se queda atrás: "Vaig a alliberar Willy" ('Voy a liberar a Willy', expresión también usada en castellano) o "Vaig a veure Chicago" ('Voy a ver Chicago'), un juego de palabras que solo entienden los cómplices del chiste.
La lengua, como la vida, no se alimenta solo de grandes discursos y solemnidad. También se nutre de estas pequeñas joyas que nos hacen reír y nos conectan. Así que, si algún día alguien te dice que se va a Can Felip, ya sabes que no hace falta buscar el lugar en Google Maps.