Tal día como hoy del año 1134, hace 891 años, en Poleñino (entonces reino navarro-aragonés y actualmente comarca de los Monegros, Aragón), moría el rey Alfonso I, denominado el Batallador. Alfonso murió debido a las heridas recibidas seis semanas antes durante el intento fracasado de conquista de la plaza musulmana de Medina Afraga, la actual Fraga (17 de julio de 1134). Alfonso murió sin sucesión legítima y después de haber firmado un testamento que otorgaba el reino navarro-aragonès a las tres órdenes militares más poderosas de la época: los templarios, los hospitalarios y el Santo Sepulcro.

La muerte sin sucesión del rey y el otorgamiento de la corona a las órdenes religiosas-militares provocaría la rebelión de las oligarquías del reino (la nobleza militar y latifundista y las jerarquías eclesiásticas), que temían ser arrinconadas por los elementos de estas poderosas instituciones. Las oligarquías navarras coronaron a García Ramírez, primo tercero del difunto Batallador, yerno del difunto Cid Campeador y un personaje muy bien considerado en la corte de Pamplona. Y las oligarquías aragonesas coronaron a Ramiro, hermano pequeño del difunto Batallador y abad del monasterio de San Victorián, en la Ribagorça. De este modo, el reino del Batallador quedaba dividido entre Pamplona y Aragón.

En aquel momento, apareció también en acción un tercer elemento que revolucionaría ese proceso. El rey Alfonso VII de León y de Castilla, hijastro del difunto Batallador, reclamó el trono del difunto por razones de "parentesco". Los navarros enseguida buscaron y encontraron el apoyo de los castellanos (que vivían sometidos a la monarquía leonesa) y de los gascones (los condados del sur del ducado independiente de Aquitania). Pero los aragoneses no tenían a nadie, y el rey leonés invadió una parte de su territorio —entre el Moncayo y el Ebro— y ocupó Zaragoza, y dejó el reino de Ramiro el Monje fragmentado en dos partes inconexas.

Poco después (1136), nació Petronila, la única descendiente de Ramiro el Monje, y el rey leonés obligó al aragonés a prometer a esa niña con su primogénito y heredero. Las oligarquías aragonesas, pensando que su reino sería diluido dentro del estado leonés-castellano y que su posición sería usurpada por las élites del nuevo poder, negociaron, secretamente, con Ramón Berenguer IV —conde independiente de Barcelona— la creación de una unión dinástica (dos dominios independientes y un solo soberano). Ramiro se retiró y los aragoneses entregaron el reino a Ramón Berenguer IV (lo nombraron Hombre Principal de Aragón) y la heredera Petronila (que se criaría y educaría en Barcelona).