Donald Trump y Vladímir Putin se reunirán este viernes en Anchorage, Alaska, en una base militar situada en la ciudad. El encuentro, anunciado después de intensas conversaciones diplomáticas y confirmado tanto por la Casa Blanca como por el Kremlin, tendrá lugar en un momento clave, poco después de que haya expirado el ultimátum que el presidente norteamericano dio al líder ruso para pactar un alto el fuego en Ucrania. La cuestión ucraniana centrará buena parte de las discusiones, aunque ni Washington ni Moscú han previsto la presencia del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, hecho que ha generado comentarios sobre el papel que se le reserva en eventuales negociaciones. El encuentro, que se desarrollará de entrada sin mediadores y con un formato cara a cara, despierta expectativas y recelos a partes iguales entre observadores internacionales. "Probablemente en los dos primeros minutos sabré si se puede llegar a un acuerdo", declaró Trump el lunes ante la prensa en la Casa Blanca, cuando fue cuestionado sobre cómo afrontará la reunión. Cuando un periodista le preguntó por qué estaba tan seguro, el presidente respondió: "Porque eso es lo que hago. Hago tratos". El Kremlin, por el contrario, ha optado por el silencio y se ha limitado a confirmar la celebración de la cumbre sin avanzar detalles sobre su agenda.

El encuentro en Alaska será el primer cara a cara entre Trump i Putin en más de cinco años. La última vez que se sentaron en la misma mesa en un marco institucional fue el 28 de junio del 2019, durante la cumbre del G20 en Osaka, en Japón. Aquel día, los dos líderes mantuvieron una reunión privada con la participación de sus principales asesores y dejaron constancia, ante la prensa, de una relación fluida y cordiales intenciones. "Tenemos muchas cosas por discutir, incluyendo el comercio y también un poco de desarme. (…) Hemos tenido grandes reuniones, una relación muy, muy buena, y esperamos pasar más rato juntos", declaró Trump entonces, asegurando que "muchas cosas muy positivas saldrán de esta relación". Desde entonces, no se han vuelto a ver en un marco institucional y el contexto actual dista mucho de aquel momento. La cumbre en Anchorage llega marcada por una guerra abierta en Ucrania, una escalada de tensión diplomática y un ultimátum que el mismo Trump ha acompañado con advertencias públicas: "Sí, habrá consecuencias muy graves", dijo este miércoles cuándo le preguntaron qué pasaría si Putin no pone fin al conflicto después de la reunión prevista para el viernes.

La gran ausencia

Una de las particularidades más comentadas de la cita será la ausencia de Zelenski. Trump ya ha descartado que el líder de Kyiv participe en unas conversaciones que ha descrito como una "reunión de tacto", pensada para entender mejor cuáles son las demandas de Rusia para poner fin al conflicto. Putin, por su parte, ha insistido en que solo se reunirá con su enemigo cuando se den "ciertas condiciones" para firmar un acuerdo de paz, un escenario que, hoy por hoy, todavía está "lejos de conseguirse". Esta exclusión ha despertado inquietud tanto en Ucrania como entre sus aliados europeos, que temen que el presidente norteamericano pueda aceptar concesiones de peso a espaldas del país invadido. Ante este panorama, el presidente ucraniano ha multiplicado los contactos con dirigentes europeos y socios internacionales para recordar que "la paz no se puede conseguir sin la participación de Kyiv". El fin de semana pasado, los líderes de Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Polonia, Finlandia y la presidenta de la Comisión Europea emitieron un comunicado conjunto reclamando la inclusión de Ucrania en cualquier discusión sobre su futuro. La coalición de voluntarios reiteró este mensaje el miércoles en Berlín, advirtiendo que "el camino a la paz de Ucrania no se puede decidir sin Ucrania".

Ante el rechazo internacional por la ausencia de Zelenski a la cita de Anchorage, Trump aseguró que su prioridad sería facilitar un encuentro directo entre el presidente ruso y el líder ucraniano, siempre que los términos le parezcan aceptables. "Me reuniré con el presidente Putin y veré qué tiene en la cabeza", declaró, añadiendo que, una vez celebrado el encuentro, informará a los socios de la OTAN, los dirigentes europeos y el propio Zelenski. "Por respeto, le llamaré primero", precisó. Más tarde, este miércoles, el presidente norteamericano adelantó que, si la reunión del viernes con Putin tiene un resultado positivo, querrá convocar casi de manera inmediata una segunda cumbre, esta vez con la participación de Zelenski. Según Trump, este encuentro trilateral —que considera más importante que la primera"— tendría que servir para empezar a trazar un camino hacia un posible acuerdo de paz.

La oportunidad de Putin

Para Putin, la reunión de Anchorage es mucho más que una cita diplomática: es una oportunidad para proyectarse de nuevo como actor clave en el escenario internacional y, sobre todo, para dar legitimidad a sus demandas territoriales. Un escenario que, para Zelenski, representa el peor de los temores: que se tomen decisiones fundamentales sobre el futuro de Ucrania sin su presencia. Según el ex primer ministro ruso Mijaíl Kasiánov, "Putin siempre ha procurado que él y el presidente de Estados Unidossea quien seadecidan el destino del mundo, y que estas imágenes den la vuelta al mundo". En la misma línea, el opositor ruso Dmitri Gudkov, actualmente exiliado, considera que la cita en Alaska es para el líder del Kremlin "una oportunidad única" de estrechar la mano a uno de los principales dirigentes occidentales, un gesto que no piensa desperdiciar. "Para Putin, el simple hecho de poder reunirse con Trump ya es un enorme triunfo. Trump legitima, en esencia, a un criminal de guerra y le concede el derecho a participar en negociaciones con Occidente. Si no fuera por Trump, nadie negociaría con Putin", sostiene Gudkov en declaraciones a Deutsche Welle.

Aunque el encuentro en Alaska supone una oportunidad para Putin, el camino hasta esta cita no ha estado exento de tensiones. A finales de julio, Trump, visiblemente frustrado por la falta de voluntad del Kremlin para poner fin a los combates en Ucrania, anunció que dejaba de estar interesado en seguir dialogando e impuso un ultimátum de 50 días para alcanzar un acuerdo de paz, un plazo que posteriormente redujo drásticamente a solo diez días. Según varios observadores internacionales, esta percepción que Trump empezaba a perder la paciencia habría sido uno de los factores que empujaron a Moscú a aceptar el encuentro de Anchorage. El politólogo Kirill Rogov, director del portal Re: Russia, señala que el deterioro de la economía rusa, el avance cada vez más lento de las tropas en Ucrania y el riesgo de sanciones secundarias norteamericanas con graves repercusiones han creado un escenario en que buscar una salida al conflicto es, ahora mismo, de interés para Putin. Rogov añade que el líder ruso también quiere "vender" su predisposición a negociar a un precio político más alto ahora que más adelante, ya que a finales de año podría encontrarse en una situación todavía más comprometida si la ofensiva militar mantiene el ritmo actual y el frente continúa estancado. Unas sanciones adicionales podrían, además, poner en riesgo el mercado indio para el crudo ruso y obligar a Moscú a prepararse para una nueva ofensiva militar en su tercer año consecutivo de guerra.

Ahora bien, públicamente, Putin ha mostrado pocos signos de retirarse de sus demandas maximalistas: el fin de cualquier aspiración de Ucrania de integrarse en la OTAN, el desarme del país y la cesión formal de todos los territorios que Rusia reclama, aunque no los controle completamente. Sergei Markov, analista próximo al Kremlin y antiguo portavoz presidencial, admite en declaraciones en la National Public Radio de Estados Unidos que es poco probable que el líder ruso haga grandes concesiones, convencido de su superioridad en el campo de batalla. Así y todo, Markov apunta que Putin podría estar dispuesto a ofrecer algún gesto capaz de persuadir a Trump de que se está avanzando hacia un alto el fuego. Según Bloomberg, que cita fuentes anónimas, el Kremlin habría asumido que la reunión en Alaska podría ser la última oportunidad para cerrar un acuerdo con el actual presidente norteamericano, y una de las opciones sobre la mesa sería una tregua en el espacio aéreo. Este gesto, coordinado con la administración Trump, beneficiaría principalmente a Moscú, ya que las fuerzas ucranianas han lanzado en las últimas semanas una serie de ataques aéreos que han obligado a cerrar aeropuertos rusos y han destruido depósitos de armas, equipamiento militar y refinerías. Más allá del daño material, estos ataques tienen un impacto psicológico importante, al hacer visible para la población rusa que la guerra también les toca de cerca. Si estos bombardeos se detienen, Putin podría avanzar con más tranquilidad en el frente terrestre, donde sus tropas mantienen la ventaja.

La polémica cesión de territorios

La posible cesión de territorios se ha convertido en uno de los puntos más sensibles en la víspera de la cumbre. Trump ha afirmado que un eventual acuerdo de alto el fuego con Rusia podría incluir "algún intercambio de territorios", una idea que Zelenski rechaza de manera rotunda, advirtiendo que es "inaceptable" incluso como parte de un pacto provisional. Según fuentes citadas por Politico y conocedoras de las conversaciones, la Casa Blanca estudia una propuesta para que Rusia congele el conflicto en la línea actual de los combates en las regiones de Kherson y Zaporíjia —donde tiene menos control que en Donetsk y Luhansk—, a cambio de conservar el dominio del Donbàs. El lunes, ante el rechazo de su propuesta entre los líderes europeos, Trump matizó sus palabras, asegurando que cualquier compromiso sería "por el bien de Ucrania", a pesar de reconocer que comportaría "algunas cosas malas... para los dos". En la misma línea, el magnate anunció que intentará recuperar parte del territorio ucraniano ocupado por Rusia: "Han ocupado un territorio privilegiado. Intentaremos recuperar parte de este territorio para Ucrania", dijo en la rueda de prensa en la Casa Blanca. No es la primera vez que Trump utiliza el concepto "intercambio de tierras", pero hasta ahora Moscú no ha mostrado ninguna disposición a ceder territorio, ni siquiera lo ha mencionado públicamente; y Kyiv nunca ha reclamado ninguna porción del territorio ruso.

Ucrania mantiene su desconfianza ante el encuentro en Alaska. Aunque Zelenski ha expresado su agradecimiento por los esfuerzos de paz impulsados por Trump, también ha advertido que Putin podría intentar manipular al presidente norteamericano. En paralelo, hay indicios de que el magnate republicano se ha mostrado molesto con la negativa pública del líder de Kyiv a considerar cualquier cesión de tierras en Moscú, alegando que la Constitución ucraniana lo impide. "Me molestó un poco el hecho de que Zelenski dijera: 'Tengo que obtener la aprobación constitucional (para ceder territorio)'", afirmó Trump. "¿Tiene la aprobación para entrar en guerra y matar a todo el mundo, pero necesita la aprobación para hacer un intercambio de tierras?", añadió. Zelenski, que desde hace tiempo sostiene que cualquier acuerdo de paz depende en gran medida de las garantías de seguridad que Occidente pueda ofrecer a Kyiv, aprovechó su discurso nocturno del lunes para advertir que el análisis de las maniobras rusas en el frente indica que Moscú se prepara para nuevas operaciones militares. "Putin puede hablar de paz", señaló, "pero ciertamente no se prepara para un alto el fuego o para poner fin a la guerra". Según él, "no hay ninguna señal que los rusos hayan recibido instrucciones para prepararse para una situación de posguerra".

La euforia en Moscú

En Moscú, los círculos afines al Kremlin ya califican la exclusión de Zelenski de la cumbre de Alaska como una auténtica jugada maestra de Putin. Para los partidarios del presidente ruso, el hecho de que un encuentro clave para el futuro de la guerra se desarrolle sin la presencia del líder ucraniano supone una victoria política de peso. "A mi entender, lo que Vladímir Putin ha demostrado ha sido toda una clase magistral de diplomacia", escribió Yury Podolyak, uno de los blogueros proguerra más conocidos e influyentes desde el inicio de la invasión. En un artículo publicado en el diario Moskovsky Komsomolets, Podolyak añadió que "muy poca gente hoy en día sabe cómo salir de una situación difícil como esta" y que, en conjunto, "el hecho de que se celebre una cumbre en Alaska sin Zelenski y sus patrocinadores europeos es una victoria diplomática sustancial". También elogió la ubicación escogida, afirmando que "la elección de Alaska es excelente" y subrayando que, "sin una invitación especial, no había manera de que Zelenski o Europa interrumpieran los procedimientos".

La elección de Alaska como escenario de la cumbre también ha sido celebrada por los círculos pro-Kremlin como un símbolo de patrimonio histórico compartido entre Rusia y Estados Unidos. El 49.º estado norteamericano formó parte del Imperio Ruso hasta su venta a Washington en 1867, en un intento de San Petersburgo de saldar deudas masivas, en el marco de una guerra y un contexto muy diferentes de los actuales. Kirill Dmitriev, enviado del Kremlin para las conversaciones con la Casa Blanca, ha destacado en varias ocasiones este legado, afirmando en una publicación en la red social X que "nacida como América rusa —raíces ortodoxas, fuertes, comercio de pieles— Alaska reuerda a estos vínculos y convierte Estados Unidos en una nación ártica". La referencia, sin embargo, no es neutra: sectores nacionalistas rusos han defendido durante años que Alaska tendría que volver a formar parte de Rusia, una visión ligada a la recuperación de un pasado imperial que, en muchos sentidos, alimenta la misma narrativa que ha justificado el conflicto en Ucrania.