La cultura catalana tiene el fuego en el corazón: no hay ninguna fiesta que no tenga el elemento de la candela, ya sea en un ron quemado, en unas hogueras, en los fuegos artificiales o en unos diablos. En la cocina, por supuesto, el fuego y la brasa son una parte esencial del recetario catalán y por eso pienso que Brabo, donde lo atienden en su justa medida, es un valor gastronómico seguro de nuestra ciudad. 

En el rectángulo de calles acogedoras entre Diagonal, Vía Augusta, Gran de Gràcia y Paseo de Gracia y Travessera de Gracia se encuentra Brabo en la bonita calle de Séneca, el filósofo que dijo con mucho acierto que era más importante saber con quién nos sentamos a comer y beber que aquello que comeremos y beberemos. Pero al calor de Brabo, la materia prima cobra un protagonismo principal y de la parrilla salen rodaballos y costillas, muslos de cordero, perdices y navajas e, incluso, el pan

A pesar de que uno piense que las comidas en un asador son lentas y requieren bastante tiempo, en Brabo lo bordaron todo: platos y puntualidad

Cerdo gascón braseado ahumado en encina del restaurante Brabo. / Foto: Cedida
Cerdo gascón braseado ahumado en encina del restaurante Brabo. / Foto: Cedida

Yo ya había cantado las bondades de Brabo hace ya un año y medio, cuando me entregué por completo a él y probé su menú degustación. Esta vez vuelvo un mediodía que tengo que comer rápido con un amigo que ha pasado a trabajar en la ciudad y que coge un AVE de vuelta a casa. A pesar de que uno piense que las comidas en un asador son lentas y piden bastante tiempo, en Brabo lo bordaron todo: platos y puntualidad. 

Además, la cocina de Brabo dista mucho de ser monótona o aburrida porque, además de las piezas que pasan por la brasa, también hay un buen surtido de embutidos hechos y ahumados en casa (ahora mismo hacen: lomo de ternera vieja frisona curado, jamón braseado de cerdo Gascón ahumado a la leña de encina, paté de campaña con mostaza al jerez y chorizo de costilla de vaca vieja, y todos se pueden degustar en una tabla seleccionada). 

Además, tienen una buena selección de platos elaborados que son una delicia, como el guiso de pochas, setas y pulpo, sabroso y reconfortante, o la lengua de vaca, hecha a la brasa y cortada fina, y acompañada de alcaparras y encurtidos. Su brioche de mascarpone, gamba roja y caviar ahumado ya se ha convertido en uno de los clásicos de la casa, que hacen como pocos sitios, ya que aquí la presencia de la gamba y del caviar es muy destacada. 

Pastel de arándanos del restaurante Brabo. / Foto: Cedida
Pastel de arándanos del restaurante Brabo. / Foto: Cedida

Quizás la carta de Brabo es una de las cartas mejor pensadas de nuestra ciudad

El plato fuerte de aquel día es una paletilla de cordero ecológico de Cal Pauet, que se presenta lacada con sus propios jugos, y que es tierna y melosa. Pero a quien le guste la ternera está de suerte: puede empezar con el gofre con tartar de vaca avileña madurada y pensar si aquel día tiene más ganas de hincarle el diente a la costilla o al lomo bajo de vaca frisona. Las patatas fritas y los pimientos de Piquillo son tan buenos como siempre y hacen buena compañía a la carne junto con las otras opciones: el puré de patatas con queso Puigpedrós y la ensalada de hojas de temporada con cebolleta. 

Quizás la carta de Brabo es una de las cartas mejor pensadas de nuestra ciudad. Ni demasiado larga ni demasiado corta, bien variada, permite configurar un menú propio con platos que están muy bien afinados, que aportan un placer profundo en su aparente sencillez y que entretienen hasta llegar a comer el producto más puro. Es uno de esos restaurantes que por su buena consistencia y el buen mando de la sala iría con cualquiera difícil de complacer, y pondría la mano en el fuego: y si es al suyo, al de Brabo, seguro que quedaría una mano muy buena.