Permitidme que hoy no dedique el artículo a ningún tema de rabiosa actualidad alimentaria, gastronómica, nutricional o de mercado, que son los temas que llevan La Gourmeteria y que dan sentido a la revista. De hecho, tenía previsto hablar de la cuestión de la rebaja del IVA, la última medida populista del Gobierno que como un pollo asado crujiente e inflado se presenta victorioso en la mesa y, una vez triturado, cuando te esperas que se derrame el relleno de butifarra, ciruelas y piñones, la única cosa que se encuentra son parte de los despojos del interior de un pollo mal lavado, con restos de bilis que, debido a las horas de cocción, todavía agrían más. Estos restos son la metáfora de la letra pequeña de la propuesta: un IVA que se recuperará tan pronto como la inflación se atenúe. Pero me ha parecido que empezar este día con quejas económicas no era buena manera de dar el primer mordisco al 2023.

Abrir la persiana / Foto: Pexels
Abrir la persiana / Foto: Pexels

Hoy es un día muy bonito para escribir. Prefiero la esperanza al lamento de qué habríamos podido hacer y no fue como habría sido si el artículo lo hubiera escrito ayer, cuando el año muere. Ayer pereció el 2022. Efectivamente, ya no volverá a estar nunca más entre nosotros. Tampoco estará nunca más entre nosotros Pelé. Su deceso ha llenado todas las páginas de los diarios. Y la muerte de tantas mujeres, que también son desgraciadamente noticia, pero esta en cuentagotas innecesario y doloroso, feminicidios que se han multiplicado este mes, mientras disfrutábamos de comidas y fiestas. No digo que nos flagelemos, pero sí que no olvidemos, que lo tengamos bien presente, que esta es una lacra intolerable.

Me ha tocado, sin embargo, escribir el artículo hoy, el día de los propósitos, de los deseos, de los ruegos y también el día con olor de nuevo. Se estrenan las agendas, pulidas, blancas, abriéndose a la aventura del nuevo año, dejándose abrazar por la incertidumbre del futuro próximo, sin gota de añoranza de que acaba de pasar. Cada día de Fin de Año la ciudad se levanta perezosa y briosa, todo al mismo tiempo. Hay resaca, pero hay una determinada, vaporosa, ilusión. Un perfume discreto de alegría con cansancio feliz. Ayer fue día de hacer balance, pero hoy hay amnesia de deberes, reproches y culpas... Hay ganas de año nuevo, de sabia fresca, de nuevos proyectos.

Agenda en blanco / Foto: Unsplash
Agenda en blanco / Foto: Unsplash

Este año el restaurante Semproniana hará 30 años. Fue un proyecto de una chica encendida que todavía no había cumplido los 25 años y ya se sentía lo bastante madura y capaz de subir la persiana de un negocio propio. 30 años que han pasado muy rápido y, en cambio, son toda una vida, y todo un hito en una ciudad que se renueva constantemente, donde parece que solo interesen las inauguraciones. Aquel proyecto continúa vivo porque nunca ha dejado de ser un proyecto, siempre ha tenido un punto de inacabado, de imperfección y siempre hemos tenido la sensación de ser unos principiantes, unos aprendices. Y porque el trabajo día tras día me ha mostrado que aquella chica que se creía lo bastante madura y capaz de subir la persiana de un negocio propio es lo bastante inmadura para confiar que habrá un día que aquel proyecto será un negocio consolidado.

Así, abro cada día la persiana, convencida de que hoy sí que será un gran día y este nuevo año, el año que todo será mejor. A todos aquellos ingenuos que tenéis esperanza, buen año.