El banano de montaña es una de esas frutas tropicales que pasan casi desapercibidas pese a tener un valor nutricional, gastronómico y cultural absolutamente fascinante. A diferencia del plátano convencional que encontramos en cualquier supermercado, este fruto crece en zonas elevadas, con climas más frescos y suelos especialmente ricos, lo que le aporta un sabor más intenso, una textura más cremosa y un aroma que sorprende incluso a quienes creen conocer bien el mundo de las musáceas. Aunque en muchos países latinoamericanos forma parte de la vida cotidiana desde hace generaciones, fuera de estas regiones sigue siendo una fruta desconocida, casi misteriosa, que ahora empieza a llamar la atención por sus propiedades excepcionales. Su reputación de alimento resistente, nutritivo y energizante no es casual: hablamos de un fruto que ha sido fundamental para comunidades rurales, tanto por su versatilidad en la cocina como por su capacidad de crecimiento en condiciones donde otros cultivos no prosperan.
Todas las propiedades del banano de montaña
Lo que convierte al banano de montaña en una fruta tan especial es su sorprendente equilibrio entre dulzor natural y un punto ligero de acidez, algo que lo hace ideal tanto para recetas dulces como saladas. Además, contiene una cantidad notable de fibra dietética, lo que contribuye a mejorar el tránsito intestinal y a mantener la sensación de saciedad por más tiempo. Su aporte en potasio, incluso mayor que el de los plátanos más comerciales, lo convierte en un aliado imprescindible para el buen funcionamiento muscular y la regulación de la presión arterial. A esto se suma su riqueza en vitamina C, vitaminas del grupo B, magnesio, calcio y antioxidantes, que ayudan a fortalecer el sistema inmunológico, combatir el estrés oxidativo y mejorar la salud de la piel. Cada pieza es, en esencia, un pequeño cóctel natural de energía y beneficios.
Mejora el tránsito intestinal y mantiene la sensación de saciedad por más tiempo
Otro de los aspectos más interesantes del banano de montaña es su resistencia. Esta fruta crece en zonas donde la humedad, la altitud y la irregularidad del terreno exigen una gran fortaleza a las plantas. Como resultado, su piel es más gruesa y su pulpa más compacta, lo que no solo la hace más duradera, sino que le permite conservar mejor su sabor y sus nutrientes. En muchos territorios andinos, centroamericanos y caribeños, se utiliza tanto en guisos tradicionales como en frituras, tortillas, panes o postres, ya que su textura soporta perfectamente la cocción sin deshacerse. Cuando se consume verde, aporta un sabor más neutro y una mayor cantidad de almidón resistente, ideal para dietas enfocadas en la salud intestinal; cuando está maduro, desarrolla notas más dulces y una jugosidad que lo hace perfecto para smoothies, repostería y platos energéticos.
Por todo ello, el banano de montaña empieza a ganar protagonismo como una alternativa nutritiva, sostenible y tremendamente sabrosa. Su versatilidad, sus propiedades y su carácter ancestral lo convierten en una fruta que merece salir definitivamente del anonimato y ocupar el lugar que le corresponde entre los grandes tesoros naturales de la gastronomía tropical.
Este artículo ha sido elaborado con la ayuda de ChatGPT y supervisado por un periodista de Elnacional.cat.
