Con estos primeros fríos y el otoño ya instalado definitivamente, el cuerpo nos pide planes diferentes y el estómago, otro tipo de comida. Se acabó el reinado del gazpacho y las ensaladas y se da la bienvenida a las sopas y los guisos. Apetecen otros sabores, otras texturas y, sobre todo, encender el horno, buscar aromas más cálidos y colores que recuerdan al campo en otoño. La oferta en el mercado también cambia y los productos de temporada se imponen. Y con toda la razón del mundo. Estos productos están en su mejor momento, saben más y cuestan menos. ¿Qué más se les puede pedir?

Época de boniatos

En ese paisaje aparece el boniato (también conocido como batata o camote) con su carne anaranjada y su dulzor natural. Es primo de la patata, pero tiene personalidad propia y, con unas características nutricionales un tanto diferentes. El boniato aporta más betacarotenos, un extra de fibra y un toque goloso que convierte cualquier plato en algo diferente y colorido. Funciona donde funciona la patata, aunque el resultado cambia y para muchos ese cambio es en positivo: purés más sedosos, guarniciones con carácter, masas que quedan tiernas y doradas.

Boniato Lekue
Boniato frito. / Foto: Cedida

Y si a ese boniato lo llevamos a Italia, la cosa se pone seria. La schiacciata, clásica de la Toscana es esa lámina esponjosa y dorada que entra igual de bien a media mañana que a la hora de la merienda. Con boniato en la ecuación, gana color, suavidad y un punto de dulzor que la hace absolutamente irresistible. Y es que, todos sabemos que la cocina italiana es una apuesta segura, pero incluso entre sus recetas sigue habiendo hueco para innovar, cambiar y sorprender.

La receta

Después de buscar y rebuscar entre miles de recetas que se cuelgan cada día en redes sociales, esta de @ cuinetes_i_cosetes fue la que hizo que me levantase del sofá y me pusiese manos a la obra.

Ingredientes:

  • 2 boniatos
  • Queso Parmigiano Reggiano
  • Sal
  • Ajo en polvo
  • Aceite de oliva

Preparación:

Pelamos los boniatos y los cortamos en rodajas bien finitas. Si es posible, mejor con una mandolina para que queden más parejas. Coloca los boniatos en un cuenco y adereza al gusto. En este caso lleva sal y ajo en polvo, pero puedes añadir tus especias favoritas. Riega con un buen chorro de aceite y mezcla bien. Forra con papel de horno una bandeja y extiende una primera capa de boniato. Encima esparce una capa generosa de queso y repite el proceso. Hornea unos 40 minutos a unos 220 grados y ¡listo!

moniato
Recolección del boniato. / Foto: Cedida

La schiacciata de boniato es muy versátil: funciona como merienda salada, como entrante o como guarnición. Va de maravilla con una ensalada de hojas amargas (rúcula, canónigos, radicchio) con vinagreta de limón para equilibrar el dulzor del boniato. Si quieres otro nivel, sírvela aún templada con ricotta o burrata, un hilo de miel, nueces tostadas y romero; o en versión más salada con gorgonzola y cebolla caramelizada. Para un toque crujiente, añade panceta o speck bien dorado por encima en los últimos minutos de horno.

También puedes aromatizar el aceite con salvia, tomillo o romero, añadir copos de chile si te gusta el picante o sustituir parte del Parmigiano por pecorino para un sabor más marcado. Otra opción es intercalar finas láminas de manzana entre capas de boniato para una versión agridulce muy otoñal, o sumar setas salteadas y piñones para una versión más “de bosque”. Si buscas algo más ligero, reduce el queso y termina con pesto de salvia o con un toque de ralladura de naranja al salir del horno: el aroma cítrico le sienta de cine.