Has esperado semanas para esas vacaciones, preparado la maleta con cuidado, madrugado para llegar al aeropuerto, te subes al avión rumbo a tu destino con una ilusión tremenda, pero al aterrizar, en lugar de sentirte lleno de energía para empezar la aventura, te notas hinchado, con gases e incluso con cierto malestar digestivo. A veces pensamos que es por la emoción del viaje, por los nervios de volar o por no haber dormido lo suficiente… pero no. La realidad es que es algo muy común y la “culpa” la tiene el propio vuelo.
Lo que pasa dentro de tu cuerpo
El perfil @fortaleza_digestiva, especializado en salud intestinal, explica que en la cabina del avión ocurren varios fenómenos que afectan a la digestión. El primero es la menor presión y oxígeno del aire, que hace que los gases dentro de tu intestino se expandan más de lo habitual. Por eso la sensación de hinchazón es tan frecuente. A eso se suma la baja humedad ambiental, que apenas alcanza entre el 10 % y el 20 %. Esto provoca deshidratación, altera la producción de saliva y jugos gástricos y ralentiza el movimiento intestinal. Esto lo notamos en el estómago, pero también en la piel o las mucosas, que se resecan en exceso.

Estar sentado durante horas tampoco ayuda, porque el tránsito se ralentiza todavía más y aparecen molestias como el estreñimiento. Y, por si fuera poco, la parte emocional también juega su papel. Los nervios de un vuelo (ya sea por miedo a volar, estrés del viaje o simple cansancio) activan el sistema nervioso simpático, que frena la digestión y hace que cualquier incomodidad se note mucho más.
Los síntomas digestivos tras volar son más comunes de lo que pensamos y, aunque no son peligrosos, sí pueden arruinarte las primeras horas del viaje
Consejos de especialista
La buena noticia es que hay formas sencillas de mitigar este “efecto avión”:
- Hidratación constante. Bebe agua a pequeños sorbos durante el vuelo y evita las bebidas con gas o el alcohol, que solo empeoran la hinchazón. Por mucho que te ofrezcan (si es un vuelo largo) no caigas en el que como es gratis me bebo un refresco, porque luego llegarán los lamentos. Pide agua y bébetela toda.
- Comidas suaves y poco saladas, tanto antes de subir al avión como a bordo. La sal favorece la retención de líquidos y empeora la pesadez. Esto es más complicado en los menús que ofrecen las líneas áreas. A tantos metros de altura nuestras papilas gustativas no funcionan igual y se suele añadir mucha sal a la comida para que no nos parezca insípida. Así pues, si te afecta mucho el vuelo al estómago, renuncia al plato del avión y lleva comida de casa. Productos que sepas que te sientan bien y que no sean pesados.
- No abuses de chicles o caramelos, porque al masticarlos tragamos aire y aumentan los gases. Parecen un básico para que no duelan los oídos en despegues y aterrizajes, pero durante el resto del vuelo mejor evitarlos.
- Levántate y camina cada cierto tiempo si el vuelo es largo. También puedes estirar las piernas en tu asiento o hacer ejercicios sencillos.
- Respira profundo y relaja el abdomen para contrarrestar el efecto del estrés.
- Lleva ropa cómoda, que no oprima la cintura ni dificulte la circulación. Copia el modelo “famosa de aeropuerto” y plántate un buen chándal y una sudadera dos tallas grandes. Lo de las gafas de sol grandes ya es opcional.
Mejor prevenir que aterrizar pesado
Los síntomas digestivos tras volar son más comunes de lo que pensamos y, aunque no son peligrosos, sí pueden arruinarte las primeras horas del viaje. Por eso, cuidar estos detalles te ayudará a aterrizar más ligero y con energía para empezar a disfrutar. Al fin y al cabo, las vacaciones están para saborearlas, no para sentir que llevas una maleta extra en el estómago.