En la cuenta de Instagram de @lauraponts todo entra por los ojos: panes crujientes, ingredientes de proximidad y recetas que mezclan tradición con un punto salvaje y muy apetecible. Pero lo que ha hecho con esta tostada de carne de perol, escalivada y cebolla tierna va un paso más allá. No es solo una tostada para el brunch del domingo: es un bocadillo abierto, robusto, sabroso y 100% catalán, que rinde homenaje a las carnes del cerdo más humildes y más sabrosas como la cabeza, el espinazo y la papada. Un festival de sabor que se prepara de forma sencilla pero con mucho amor… y hambre.

Receta de torrada de carne de perol, escalivada y cebolla tierna

La cosa empieza bien arriba: con una olla donde hierve la carne de perol durante horas, como manda la tradición. Cabeza, espinazo y papada, todo junto, para obtener una carne tierna, melosa y con ese punto gelatinoso que tanto nos gusta. Una vez cocida, la desmenuza a mano, sin prisas, dejando que se vean los hilos de colágeno y jugosidad. No es carne picada, es carne desmigada. Y eso lo cambia todo.

Un acompañamiento ideal / Foto: Unsplash
Un acompañamiento ideal / Foto: Unsplash

A la vez que se cuece la carne, prepara la escalivada: un pimiento rojo y una berenjena que se asan al horno o al fuego hasta que la piel se quema y la carne queda tierna. Después los pela con mimo, a mano, y los corta en tiras gruesas. Nada de dejar la piel: solo la pulpa, bien dulce, para equilibrar la potencia de la carne.

Un festival de sabor que se prepara de forma sencilla pero con mucho amor

La carne deshilachada se cocina brevemente en la sartén, en rodajas gruesas, hasta que se dora y se carameliza ligeramente, quedando con un aspecto absolutamente irresistible. Mientras tanto, se tuesta un buen pan de pagès: grueso, de corteza dura y miga consistente, capaz de aguantar toda esa intensidad sin desmoronarse.

El montaje es puro espectáculo: primero el pan, luego una capa de berenjena, otra de pimiento, una buena cantidad de carne caliente y dorada… y como remate final, unas láminas finas de cebolla tierna y hojas de rúcula fresca, que aportan un punto crujiente y fresco que equilibra la contundencia del conjunto. Todo cae con gracia, sin florituras. Es cocina de batalla, pero con gusto. Una receta que no pretende ser fina ni ligera, sino rica, poderosa y catalana hasta la médula.


Y cuando por fin le hinca el diente, lo confirma con una sonrisa. Porque no hay nada más reconfortante que una receta de toda la vida, servida en forma de tostada y hecha con las manos. Y si después de verla no entras directo a la cocina, es que no tienes hambre de verdad. Porque esta tostada no es solo una receta: es una declaración de intenciones y uno de esos platos que solamente pueden hacerse con amor.