En un mundo donde las redes sociales están llenas de recetas “nuevas” que se viralizan con facilidad, resulta sorprendente descubrir que una de las tartas de queso que más está llamando la atención tiene en realidad más de dos mil años de antigüedad. Así lo ha explicado recientemente el creador de contenido @escocesgamer en su cuenta de Instagram, donde ha desvelado el origen del libum, una receta documentada nada menos que en el año 160 a.C. Este plato aparece en el De Agri Cultura, una obra escrita por Catón el Viejo, uno de los grandes referentes de la Antigua Roma, donde se recogían costumbres agrícolas, normas sociales y también elaboraciones gastronómicas de la época. Aunque muchos piensen que es una invención moderna o una reinterpretación actual, lo cierto es que esta tarta de queso se preparaba ya en la antigüedad con ingredientes muy básicos y accesibles.
La receta más antigua que muchos creen que acaban de inventar
El libum era una especie de pastel que podía encontrarse tanto en casas humildes como en banquetes más refinados. Su preparación era tan sencilla como efectiva: se utilizaban solo cuatro ingredientes principales. Primero se mezclaba harina con queso fresco, preferiblemente uno suave y húmedo que pudiera integrarse fácilmente. Luego se añadía un huevo, lo justo para aportar cohesión, y se trabajaba la masa hasta conseguir una textura homogénea. El detalle que hacía especial a esta tarta era que no se horneaba directamente sobre una bandeja, sino sobre hojas de laurel fresco, lo que aportaba un aroma inconfundible durante la cocción. Tras unos minutos en el horno, el resultado era un panecillo esponjoso y fragante, con un suave sabor a queso y notas herbales.

Estos pasteles se horneaban sobre hojas de laurel
Esta receta no solo era común en los hogares romanos por su bajo coste, sino que además tenía un papel importante en la vida espiritual de las familias. Durante celebraciones y festividades, se dejaba un libum en el altar familiar como ofrenda a los dioses, en señal de gratitud por la protección del hogar. Aunque se trataba de un plato sencillo, las familias con más recursos solían añadirle un toque dulce: un hilo de miel por encima justo antes de servir, lo que realzaba su sabor sin modificar su esencia.
Hoy, más de dos mil años después, el libum vuelve a captar la atención de quienes aman la historia, la cocina y la sencillez. Una receta humilde que demuestra que, a veces, lo más antiguo puede ser también lo más actual. Redescubrir platos como este nos conecta con nuestras raíces y nos recuerda que no todo lo nuevo es necesariamente mejor. A veces, las joyas culinarias del pasado merecen una segunda vida en nuestras mesas modernas.