Vivimos en un eterno scroll de productos saludables. Que si las semillas de chía, que si el kéfir, que si el aceite de coco. Pero a veces la respuesta a lo que buscamos (más proteína vegetal, más grasas buenas, más sabor) ya está en nuestra cocina. Solo que no le estamos haciendo ni caso. Es el caso del tahini, que llegó a nuestras casas como un secundario del hummus. Lo compramos para esa receta estrella de Instagram, lo usamos dos veces y después quedó arrinconado en el fondo de la despensa porque vimos que era más fácil comprarlo hecho que manchar más trastos en nuestras cocinas. Pero esta pasta espesa, cremosa y con sabor a fruto seco tostado tiene muchas más cosas que decir. Y no solo para esa cena de picoteo.
La pasta proteica secreta ideal para todas las comidas
El tahini se elabora a partir de semillas de sésamo molidas hasta formar una pasta espesa. Se usa desde hace siglos en la cocina de Oriente Medio, el Magreb, el Cáucaso y parte de Asia. Tiene un sabor intenso, ligeramente amargo, y una textura densa parecida a la mantequilla de cacahuete. Lo más interesante, sin duda, es que está cargado de grasas saludables (mono y poliinsaturadas), proteínas vegetales, calcio, hierro, zinc y antioxidantes. Todo eso en una sola cucharada. Es saciante, energético y bastante más digestivo que otras fuentes de proteína o grasa. Además, es ideal para quienes no toman lácteos o siguen dietas vegetales, porque aporta calcio y proteína sin necesidad de recurrir a origen animal.

Desde el desayuno hasta la cena. Sí, de verdad. Puede sonar raro desayunar tahini, pero una vez que lo pruebas, cuesta volver atrás. Va bien con cosas dulces, saladas o mixtas. ¿Cómo lo puedes integrar en tu menú? Empezamos por la mañana. Untado en pan integral con plátano o dátiles, mezclado con yogur vegetal o añadido a un porridge o batido. Si optamos por el mediodía, sirve como base de salsas, aliños o aderezos para ensaladas, bowls o verduras asadas. Pero también es útil por la tarde: en una tostada con tomate rallado o con aguacate. Finalmente, por la noche, como toque final en un plato de legumbres, una crema de verduras, tofu o pescado. Incluso en postres, como por ejemplo, en algunas recetas veganas de galletas o bizcochos lo usan como sustituto de mantequilla o como ingrediente secreto para dar sabor a frutos secos.

Ejemplos más concretos
Puedes probar con un aliño exprés: mezcla tahini con zumo de limón, un chorrito de agua, ajo rallado, sal y una pizca de comino. Es la salsa perfecta para ensaladas, verduras o arroz. Puré con truco: añade una cucharada a tu puré de calabaza o zanahoria. Gana cremosidad y profundidad de sabor. Tostada sorpresa: pon tahini en pan y encima miel o mermelada sin azúcar. O tomate rallado con un toque de sal. Funciona. Dulce saludable: mezcla tahini con cacao puro, un poco de sirope de dátil o miel, y tienes una crema tipo nocilla con mucho más valor nutritivo. Por último, si tienes un bote en la nevera, puedes darle uso en cualquier comida del día. Y no necesitas usar grandes cantidades, con una cucharadita basta para cambiarle el perfil nutricional y de sabor a un plato. Ideas ya no te faltan.