En el mundo de la nutrición existen alimentos que parecen tener superpoderes ocultos, y uno de los ejemplos más fascinantes es la manzana, una fruta humilde que todos tenemos en casa, pero que esconde una doble función tan curiosa como útil: puede ayudarte tanto a combatir el estreñimiento como a frenar la diarrea, según cómo la consumas. Esto lo explica con mucha claridad la popular cuenta de Instagram @midietacojea, donde su creador, conocido por acercar la ciencia de forma sencilla y rigurosa, detalla por qué esta fruta es capaz de actuar en direcciones aparentemente opuestas sin dejar de ser natural, económica y accesible para todo el mundo.
La doble magia de la manzana
La clave está en su fibra, pero también en si decidimos comérnosla con piel, sin piel o incluso rallada, porque cada forma activa un tipo de fibra distinto y, con ello, un efecto totalmente diferente sobre nuestro tránsito intestinal. Esa dualidad tan sorprendente convierte a la manzana en una aliada imprescindible tanto en días difíciles como en digestiones rebeldes.
Cuando la consumimos cruda y con piel, la manzana se convierte en una herramienta perfecta para quienes necesitan un pequeño empujón para ir al baño. Su piel es especialmente rica en fibra insoluble, un tipo de fibra que no se disuelve en agua y que actúa aumentando el volumen del contenido intestinal, estimulando el movimiento natural del intestino y facilitando una evacuación más regular. Además, en la piel se concentran una buena parte de sus vitaminas, antioxidantes y compuestos bioactivos, por lo que retirarla no solo afecta al tránsito, sino que también reduce ligeramente su potencia nutricional. Por eso el especialista insiste en que, siempre que la fruta esté bien lavada, sea de confianza y se pueda consumir así, lo ideal es hacerlo con piel, porque es allí donde reside buena parte de su magia más efectiva.
Cada forma de comer manzana activa un tipo de fibra distinto
Sin embargo, cuando la situación es la contraria y lo que necesitamos es poner freno a la diarrea, la estrategia cambia por completo. Al pelar la manzana eliminamos esa fibra insoluble y nos quedamos con una pulpa rica en pectina, un tipo de fibra soluble que se comporta de una forma muy distinta dentro del cuerpo. La pectina tiene la capacidad de gelificar, es decir, de formar una especie de gel que compacta las heces y ayuda a reducir la frecuencia y la intensidad de la diarrea. Es la misma fibra que se utiliza para espesar mermeladas, así que su función es tan lógica como eficaz. Si además la consumimos rallada, su efecto se potencia, porque se oxida ligeramente y este proceso hace que la textura sea aún más astringente y calmante para el sistema digestivo.
Así, la manzana demuestra que no solo es una fruta deliciosa y versátil, sino también un auténtico recurso de sabiduría popular avalado por la ciencia moderna. Una pequeña joya cotidiana que, según cómo la prepares, puede convertirse en tu mejor aliada para recuperar el equilibrio digestivo.
