En muchas mesas navideñas hay un clásico que nunca falla y que transmite celebración, sencillez y producto de calidad: una buena fuente de gambas o langostinos cocidos en su punto, brillantes, firmes y llenos de sabor. Aunque solemos asociar ese resultado perfecto a los cocederos profesionales, lo cierto es que en casa se puede conseguir exactamente el mismo efecto si se siguen algunos principios básicos. Además, optar por marisco crudo en lugar de ya cocido supone una diferencia notable en el precio y, sobre todo, en el resultado final. Con un poco de atención al agua, la sal y los tiempos, el marisco queda jugoso, sabroso y con esa textura que marca la diferencia en Navidad.
Cómo cocer gambas y langostinos
Las gambas y los langostinos no solo funcionan como entrante elegante, sino que también son un producto muy versátil y saludable, bajo en calorías y rico en minerales. Precisamente por eso conviene tratarlos con respeto y no pasarse con la cocción, uno de los errores más habituales. El primer paso siempre es lavar bien el marisco, ya sea fresco o previamente descongelado, para eliminar restos e impurezas. A partir de ahí, todo gira en torno a una proporción muy concreta que es la que utilizan los cocederos tradicionales y que garantiza un resultado óptimo.
La clave está en el agua y la sal. Para cada kilo de marisco se utiliza una gran cantidad de agua bien salada, más de lo que solemos imaginar en casa. Esa abundancia permite que la temperatura se mantenga estable y que la cocción sea rápida y uniforme. Igual de importante es preparar un segundo recipiente con agua muy fría y hielo, también con sal, que servirá para cortar la cocción de golpe y fijar la textura. Este contraste térmico es esencial para que las gambas y los langostinos queden firmes por fuera y jugosos por dentro.
Cuando el agua con sal hierve con fuerza, se añade el marisco. En ese momento la ebullición se detiene durante unos segundos. En cuanto vuelve a romper el hervor, ahí está el punto exacto. En el caso de las gambas, se retiran casi de inmediato y se pasan al agua helada durante un par de minutos. Así conservan su color, su sabor y esa mordida tan característica. Después solo hay que dejarlas escurrir sobre papel absorbente y reservarlas en frío hasta el momento de servir.
Este método funciona tanto con marisco fresco como congelado
Con los langostinos el proceso es prácticamente idéntico, pero el tamaño manda. Al ser más grandes, necesitan un minuto extra desde que el agua vuelve a hervir. Ese pequeño margen marca la diferencia entre un langostino perfecto y uno pasado. Una vez transcurrido ese tiempo, el paso por el agua con hielo vuelve a ser imprescindible.
Este método funciona tanto con marisco fresco como congelado, con una única precaución: no volver a congelar nunca las gambas o langostinos una vez cocidos. Siguiendo estos pasos sencillos, el resultado es el mismo que en un buen cocedero: sabor limpio, textura impecable y un plato navideño que nunca falla.
