En los últimos años, el gluten se ha convertido en un tema central en la salud y la alimentación, pero a menudo se confunden dos condiciones que tienen un impacto muy diferente: la celiaquía y la sensibilidad en el gluten no celíaca. Entrevistamos a un experto, a tres médicos y a tres personas que viven de primera mano estas realidades para entender qué es el gluten, cuáles son las diferencias principales entre estas condiciones y cómo afectan al día a día.


La celiaquía es una enfermedad autoinmune crónica que afecta personas genéticamente predispuestas. Cuando estas personas ingieren gluten —una proteína presente en cereales como el trigo, la avena y la cebada— su sistema inmunitario ataca a la mucosa del intestino delgado, provocando una lesión que dificulta la absorción de nutrientes. Eso genera síntomas digestivos como diarrea y dolor abdominal, pero a la larga si no se trata también ocasiona problemas más graves como anemia, osteoporosis y otras complicaciones. El doctor Albert Martín explica que “los pacientes celíacos tienen que seguir una dieta sin gluten muy estricta y con un control médico continuado por evitar estas complicaciones”.

Profundizando en la cuestión, la experta Gemma Ibáñez reseña que es “sistémica” porque afecta a varios órganos, “no solo el sistema digestivo”. Relata que puede provocar migrañas o dificultades para quedarse embarazada, entre otras cuestiones. De hecho, Martín e Ibáñez enfatizan que se trata de una enfermedad crónica, que “una vez aparece a nuestras vidas, ya no se marcha nunca”.

Gluten, celiaquía / Foto: Pixabay
Alimentos relacionados con el gluten y la celiaquía / Foto: Pixabay

Por otra parte, la sensibilidad en el gluten/trigo no celíaca es una entidad todavía poco definida y en proceso de estudio. A diferencia de la celiaquía, no hay daño intestinal ni respuesta inmunitaria mesurable, sino solo síntomas digestivos similares, como hinchazón abdominal o malestar. La Asociación Celíacos de Catalunya recomienda que las personas con diagnóstico de sensibilidad en el gluten no celíaca sigan una dieta libre de gluten y trigo con el objetivo de mejorar al máximo su calidad de vida.

Dos testigos que lo viven de primera mano

Marta López es una persona celíaca. Ya hace veinte años que, a raíz de tener muchas sintomatologías diferentes, descubrió que era celíaca. “Cuándo era pequeña tenía muchos dolores de barriga y en el hospital me decían que era porque quizás había comido mucho, pero nunca se contemplaba la celiaquía como opción”, describe López. No fue, sin embargo, hasta que sufrió una anemia severa y daños intestinales muy grandes que se dieron cuenta de ello y pudieron empezar el tratamiento óptimo. Por el contrario, Esther Delgado descubrió que era celíaca gracias a su hija. Una noticia que la dejó “descolocada” porque no conocía nada de este mundo.

Coinciden las dos en afirmar que saber qué les pasaba las “alivió”, pero son conscientes de que “es muy complicado ser una persona celíaca en la sociedad de hoy día”, lamentan. El último testigo es Eva Escorihuela que narra sus inicios a través de una gastroenteritis, “o eso me pensaba”, porque se fue alargando con el tiempo y con periodos irregulares y con una intensidad que no era constante. “Una vez supe cuál era el problema, empecé al día siguiente con la dieta estricta sin gluten para erradicar las molestias”, concluye Eva.