Tal día como hoy del año 1710, hace 315 años, en Zaragoza y en el contexto de la guerra de Sucesión hispánica (1701-1715), se libraba la batalla de Monte Torrero, que enfrentó al ejército austracista, comandado por los generales Starhemberg y Stanhope y formado por 30.000 soldados austríacos, británicos, neerlandeses y catalanes, y las tropas borbónicas, lideradas por Felipe V y por el capitán general francés Maitre de Bay e integradas por efectivos castellanos y franceses. Aquella batalla formaba parte de la contraofensiva austracista que se había iniciado en Catalunya (batalla de Almenar, 27 de julio de 1710) y que culminaría con la entrada de Carlos de Habsburgo en Madrid (28 de septiembre de 1710).

Aquella batalla se saldó con la victoria del ejército aliado austracista. Y en el transcurso del choque, se produjo un hecho que sería el comentario recurrente de todas las cancillerías de Europa durante las semanas siguientes. Felipe V —el primer Borbón español—, cuando vio perdida la batalla, desertó, abandonando a su suerte a su ejército. Pero viéndose rodeado, se ocultó en un molino y compró la ropa de la molinera para escapar sin ser reconocido. Tras caminar varios kilómetros entre marjales y cañizares, de atravesar acequias y campos de cultivo, empapado, sucio, acobardado y con la falda y las enaguas destrozadas, fue evacuado por sus mariscales, que también habían huído de la batalla.

Cuando aquel episodio fue conocido en Versalles, el rey Luis XIV decidió retirar, definitivamente, su apoyo a Felipe V y promover la figura de otro de sus nietos, Luis José de Borbón, que en aquel momento ya era la segunda autoridad militar del régimen borbónico español. El episodio de Torrero no era la primera deserción de Felipe V, pero sí sería la que agotaría la paciencia de su abuelo y valedor. Ahora bien, aquel relevo no se produjo nunca, debido a la condición homosexual de Luis José a y los escándalos que había protagonizado por doquier, que lo retrasaron hasta que, el 11 de junio de 1712, moría misteriosamente en Vinaròs (País Valencià). El propio Felipe V y su cancillería harían correr el rumor de que había muerto después de una noche loca de sexo anal.